"La era de los prodigios"

sábado, 20 de diciembre de 2014

La doble vida de las hadas

"Querida, queridos. Me atrevería a deciros que, a medida que vamos marcando grietas en nuestras caras con el cincel de los desengaños, las preguntas acerca de lo que podríamos haber logrado, o experimentado se acrecientan. Lo que podíamos haber sido es, al menos cuantitativamente, superior a lo que finalmente hemos devenido. No sería de extrañar que algunos de vosotros hayáis empezado a notar lo mucho que pesa el vacío de los sueños no cumplidos, o que sintáis el peso grasiento de vuestros errores pasados mucho más que el pequeño músculo formado a raíz de las pequeñas proezas logradas. En algunos momentos de debilidad, pensáis en lo que podría haber devenido, por ejemplo, si aquel día hubierais tomado un camino de regreso a casa diferente al rutinario, o divagaciones posibilistas por el estilo. <<No sigo más que al humo de mi cigarro>> sería una buena frase para un tipo como Frank Sinatra, alguien condecorado con todas las estrellas posibles en la guerra del amor y tendido al desencanto. No. Casi nunca dejamos que la vida nos sorprenda porque andamos trotando sin poder mirar a los laterales de nuestro camino, como caballos negros que arrastran el pesado carruaje de nuestra aparente personalidad. ¿Quién es el cochero? Esa, y no otra, debería ser la pregunta.
Con la edad acabas pensando que había muchas posibilidades, pero las cosas han pasado de una única manera. Nunca sabrás si hiciste la mejor elección entre todas las posibles. De cualquier modo, aquí está tu pasado, nos decimos, y lo dejamos atrás como quien deja de mirar un estanque de animales de sangre fría. De nuevo alzamos nuestra vista como hacen los grumetes, con la palma de la mano nos protegemos del sol que nos deslumbra y oteamos el horizonte en busca de las costas del futuro, el ansiado porvenir. 
Yo concibo la vida, no como una línea recta, sino como los nervios de una hoja con largas ramificaciones: cada punta iluminándose en un crisol de colores cuando transitamos justo por encima de los conductos del presente. Pero, para nuestro pesar, el resto de las derivaciones nerviosas, aquellas que no hemos elegido para que la energía transitara, la llamada que no hicimos, las palabras no dichas, ese viaje cancelado, son nervios destinados a morir por el desuso. Elegimos un camino, y los otros desaparecen como pompas de jabón. La suerte que es que, al menos hasta el final de nuestros días, las opciones siguen presentándose. Casi siempre hay multitud de bifurcaciones. Sin embargo, el ser humano, al ser educado para transitar en línea recta y al no ser demasiado proclive a ponerse en peligro, la mayoría de las veces elige el camino más confortable, un rumbo sin vaivenes. Como alumnos de primero de geometría en una escuela occidental, consideramos la línea recta como la única calificable de <<evolución>>. Despreciamos a los dispersos. Depositamos todo nuestro odio en aquellos que cambian demasiadas veces de vida, acusándoles de inestables. Poco a poco nos volvemos expertos en buscar el lado más fácil de todo, eso cuando no nos dejamos llevar por la suave corriente de la inercia. Debido a semejante falta de entrenamiento, la retina de nuestra alma va incorporando sobre su superficie un velo opaco hasta sufrir de cataratas existenciales, y la mayoría de nosotros llegamos a la madurez víctimas de ceguera metafísica y autismo emocional. No sabemos ver las opciones, se nos presentan como puertas translúcidas, chillidos mudos. Tan discretas se plantan ante nosotros la oportunidades que las pasamos por alto. Y es que, en el caso de identificarlas, pensamos que es una prueba del destino, una burla de los dioses. En el fondo, consideramos que es demasiado duro elegir por nosotros mismos. Tenemos miedo del <<lo hice y fracasé>>, pero nos aterroriza aún más el <<lo hizo y fracasó>>, o dicho de otro modo, esa inmensa sala de fiestas llamada sociedad, mofándose de ti mientras estás en el servicio. 
En el fondo, nos resulta mucho más cómodo culpar a un ente abstracto y malicioso llamado destino que ejercer de guionistas de nuestra propia vida. Sea como sea, en cada elección muchas cosas mueren, pero también otras muchas nacen. Todo imita esa configuración nerviosa llamada vida, porque es parte de ella. Nuestras generaciones, por poner un único ejemplo: ancestros-raíz, persona-tronco, descendientes-ramas. La ramificación se repite de manera fractal en varios planes existenciales. Creedme Es imposible. No se puede escapar de la ramificación. 
Lamentablemente, la mayoría de las veces tenemos que elegir entre esto y lo otro en décimas de segundo. Una vez decidida la dirección, empezaremos a caminar pensando que nunca sabremos si esa vida, la elegida, era la mejor de todas las posibles. Tener presente la ramificación puede llegar a paralizarte. Pero, al menos por lo que respecta a mí, en cada elección he intentado pasármelo lo mejor posible y eso es lo que recomiendo a todo el mundo. Al final, la conclusión siempre debe ser la misma, actuar en pos del placer, a la manera intuitiva del sabio cateto, y no mediante los sofisticados y reflexionados modos del imbécil intelectual. Huid de los intelectuales como de la peste: convierten lo fácil en difícil con sus palabras. El artista, sin embargo, define lo más complejo en cuatro simples versos. Hay que convertir la vida en una obra de arte."
Santi Balmes

domingo, 14 de diciembre de 2014

Seré concisa


Apareciste.
Contra todo pronóstico.
Y de la misma manera, me quedo.
Contra todo pronóstico.

viernes, 5 de diciembre de 2014

Vol. 1 "Reflexiones sobre diciembre"

Llega Diciembre y parece que todos nos ponemos ese antifaz que nos hace ver las pequeñas cosas, bueno y las grandes también, con otros ojos.
Creo que siempre he sido muy de fijarme en las pequeñas cosas y de disfrutar al máximo, o al menos intentarlo, de esos pequeños detalles y placeres que puedo tener en un día normal. La verdad creo que es un don que todos deberíamos de explorar y explotar porque hasta el día más torcido, el día más gris puede tener luz, como si cogiéramos una varita y dijéramos "Lumos".
20 años y sigo sin entender por qué me gusta tanto el último sorbo de un café, del de por la mañana, el de después de comer o incluso uno a las 8 de la tarde que no te va a permitir casi ni dormir.
No entiendo por qué me maravillo tanto ante los ojos de la gente, supongo que será porque he aprendido a entrever miradas preciosas en ojos cansados, en ojos tristes y por supuesto, en ojos alegres.
Lo de mi obsesión por el azúcar si lo entiendo, el echar esa cucharada al café o a la leche sola provoca un efecto de en-dul-za-mien-to que hará de mi mañana una mañana redonda, y si tengo suerte, el día entero se convertirá en un círculo perfecto.
Supongo que también me gusta como los dedos se entrelazan con otros cinco dedos distintos a los tuyos y ves que encajan más o menos a la perfección y que ese más o menos es lo que lo hace perfecto.
También me encantan los guiños de ojos y sobre todo los guiños de ojos de esas personas que no saben guiñar el ojo.
Me encantan los lunares, de hecho, adoro el lunar que tengo en la parte alta de mi espalda; es como un ojo que me advierte de todo lo que me pueda venir por detrás, pero aún así sigo dando palos de ciego.
Me encanta el invierno y la relación que establecemos con el sofá, esa relación sofá-manta-persona que nos protege todos y cada uno de nuestros recovecos del frío helado de diciembre... pero por eso diciembre es bonito porque el frío siempre va a tener la compañía de algo, y sobre todo de alguien, y es que el frío compartido es el calor más bonito.
Me gustan los cielos de esta época del año. Esos cielos encapotados, esos cielos azules con un sol que no calienta y esos rayos de luz que, de repente, si lo hacen. Me gustan las sombras y me gusta ir buscando la luz poquito a poco, como los girasoles. Me gustan las hojas que se caen de los árboles sin prisa, enredándose a veces en el pelo, y me gustan los árboles desnudos completamente, que sin vergüenza nos enseñan su esqueleto marrón.
Me gusta Madrid y el vaho que se escapa entre los labios cuando se habla. Me encanta que todos nos convirtamos en fumadores de vaho. Me encanta la gente que absorbe vida a través de sus labios, me encantan las personas que se beben con cautela el alma de los que le rodean, no como algo malo, sino como algo de lo que aprender porque ciertamente en el alma, es donde nos encontramos realmente con lo que es la otra persona, esa esencia que nos distingue de unos y nos acerca irremediablemente a otros.
Me gusta diciembre y me gusta la Navidad, pero no la navidad como festivo ni con lo relacionado con aspectos metafísicos, me gusta la Navidad como mentalidad. Me encanta observar como las personas sonríen de manera especial, con una sonrisa que no han tenido durante el resto del año. Me gusta diciembre porque te empiezas a plantear todo lo que has hecho durante este año y, a pesar de la creencia generalizada de que estas introspecciones sólo van a traer lecturas negativas, la verdad es que si nos esforzamos la balanza se inclinará hacia el lado de las cosas buenas y sacaremos aprendizajes por doquier, leyendas que contar y experiencias que añadir a ese cuaderno de bitácora que se empezó a escribir desde el día 0.
Me gusta diciembre porque creo que nos hace a todos un poquito mejores y lo que más pena me da de diciembre es no ser ese "poquito mejor" durante todo el año.
Me gusta diciembre porque tengo ganas de querer, de querer mucho y de querer bien. Me gusta diciembre porque creo que me acerca a las personas como nunca me he acercado a ellas, a pesar de que durante todo el año lo intente. (y muchas veces lo consiga)
Me gusta diciembre porque son esas vacaciones que te renuevan por dentro, y no es que este infravalorando a las de verano, pero creo que éstas gélidas vacaciones tienen un encanto especial por el simple hecho de que nos pilla a todos en ese momento en el que necesitamos un respiro, una bocanada de aire que nos obligue a continuar y que nos susurre al oído "Tranquilo, el nuevo año está a un paso y sólo tienes que atreverte a darlo y a darlo con fuerza" 
Me encanta esa noche de felicidad absoluta que puedes disfrutar de mil maneras distintas, el 31 de diciembre es la noche más mágica del año, es la noche que nos permite desnudarnos completamente y al 100% por dentro y en ese momento en el que estamos brindando con champán es cuando de verdad nos damos cuenta de qué es lo que queremos, de qué propósitos vamos realmente a cumplir dentro de esa lista de cientos y cientos que ya tenemos realizada. Es en ese momento exacto en el que decidimos el rumbo de nuestros próximos 365 días, que luego por supuesto irá cambiando según vayamos cambiando nosotros, pero siempre llegaremos a fines que nos hagan sentir un poco más vivos.
Me gusta diciembre porque creo que está lleno de ilusión, de ganas, de esfuerzo, de luz. Me gusta porque está lleno de paseos, de rincones, de conciertos, de monólogos, de ballets, de óperas, de guantes, de gorros de lana, de sonrisas y carcajadas, de chocolate caliente, de manos frías, de Plaza España, de Sol, de Callao, del Palacio Real, de familia, de amigos...
Diciembre está lleno de ganas de respirar, creo que de hecho los meses deberían ser: enero, febrero, mazo, abril, mayo, junio, julio, agosto, septiembre, octubre, noviembre y RESPIRAR, porque es ahora cuando los pulmones se llenan de pilas nuevas recién cargadas, de ganas de hacer las cosas de otra manera o por el contrario de no cambiarlas por nada.
Compartirnos en pequeños fascículos para evitar sobredosis y dar siempre lo mejor de nosotros es algo que deberíamos tatuarnos todos por dentro para que al cerrar los ojos, sea lo primero que nos venga a la mente.
En definitiva, pienso que este mes puede estar lleno de cosas buenas si las buscamos bien, que no nos tiene que importar mancharnos las manos con barro si debajo de la tierra se encuentra algo que merezca la pena. Que si tenemos que escalar una montaña la escalemos y si no encontramos a Mahoma le buscamos y si la aguja del pajar nos da problemas, será porque no tenemos que buscarla ahí.
No es tarea fácil recomponerse, pero siempre habrá alguien que en los momentos de rotura de huesos nos los suelde uno a uno, sólo hay que abrir los ojos y perder el miedo a hacer equilibrios en la cuerda floja, porque en realidad no hay caída debajo, sino suelo de cristal.

martes, 2 de diciembre de 2014

Bocado a bocado


Y escuchando esto decirte. Sin más. Deletrearte. Sin letras. Sin palabras. Sólo con los ojos.
Porque la noche es para los amantes, los poetas y los músicos, y la vida a veces se resume en encontrar sin saber cómo ni por qué a alguien que consiga que te conviertas en las tres cosas a la vez.
Sin darte ni cuenta te descubrirás tocando esta melodía en sus costillas.
Sin darte ni cuenta le arroparás cada noche, serás su suspiro y su ventana abierta para ventilar los malos humos.
Casi por sorpresa te pillará el invierno componiéndole esta canción, que no tiene nombre, solo alma.
Ni que eso fuera poco.
Le tatuarás mil sueños incomprensibles en el costado izquierdo y al son de sus latidos inquietos aspirarás el aire de sus pulmones y comprenderás que hasta ese momento no habías respirado aire más puro.
Aunque estuviera cargado de suspiros.
Sin darte cuenta le escribirás "los versos más tristes" y la manecilla del reloj se ralentizará mientras nervioso, los recitas.
Te convertirás en cama deshecha, en infiel y en amante de sus recovecos. Desearás esconderte en ellos cada día gris y sólo verás la luz cuando con la mano derecha coja su mechero azul y encienda esa varilla de incienso que te transporte al país de las maravillas, ese que tanto frecuentas solo con hacerla cerrar los ojos.
Te darás cuenta, sin venir a cuento, que todo se hace más interesante desde el momento en el que abre la boca y sin articular palabra, te narra la historia de aquel caos que con un moño despeinado se comía el mundo.
Y que a veces se lo sigue comiendo. Sin patatas, pero si con algún que otro aditivo.
Se convertirá en La Maga de Julio Cortázar y en los Cien años de Soledad mejor acompañados de García Márquez.
Sin darte cuenta cobrará forma en cada acorde de Sabina, en cada verso de Lorca y aparecerá su rostro sin más en las esculturas de Bernini. Porque a veces se le daba bien ser arte.
Aunque ni ella misma se dará cuenta ni tú sabrás interpretarla.

Las noches son para los amantes, los poetas y los músicos, y la vida a veces se resume en encontrar sin saber cómo ni por qué a alguien que consiga que te conviertas en las tres cosas a la vez.
Pero la noche se tornará día y tú, dormido, en sueños sabrás que estuvo pero despierto sabrás que se habrá ido.
Notarás el tacto de sus dedos en tus costillas, te verás arropado pero con la ventana abierta sin ambiente que airear, te pillará por sorpresa el invierno pero tu canción no tendrá acordes, te descubrirás "el atlas de las nubes" tatuado en el costado izquierdo y no recordarás su leyenda, tus versos más tristes se quedarán solos y el reloj además, seguirá funcionando. No hay nota que haga acabar tu melodía con un acorde perfecto y solo desearás huir a Macondo, donde lo surrealista te transportará a Cien años de Soledad y por desgracia la pluma de Gabriel ya no escribirá más.
Entre el caos avistarás un moño despeinado pero no reconocerás su rostro.
Amigo, tendrás que comerte el mundo tu solo.

miércoles, 26 de noviembre de 2014

Solo y sin leche.

Recapacita y se sienta.
Recapacita sobre todo y nada pero no es capaz de pensar. Recapacita recuerdos, los vierte.
Una imagen se repite en su cabeza, sin más, sin menos, sin sonido ambiente.
Su respiración retumba en sus oídos, entrecortada por el frío.
Aire gélido como la sombra del viento, como el caer repentino de las hojas en otoño, como sus huesos frágiles al igual que ramas secas.

"Tu odio, mi sonrisa. Tu sonrisa y mi odio.
Yo, yo mismo y tú. Tú, tu misma sin mí.
Lluvia que empapa el suelo e inunda mis charcos.
Lluvia que con el sonido trepidante y constante de las gotas al chocar contra el asfalto pareciera que separa tu nombre en sílabas.
Aspiro las horas a través de un filtro, como cuando hacías que desaparecieran de aquella manera.
Supongo que es esta época del año que acompaña a abandonar las guerras.
Yo, lleno de agujeros, ya no lucho.
Tus cañones me apuntaron hace tiempo.
Como jamás llevo reloj no puedo saberlo, quizás pasó ayer, quizás tan sólo hace unas horas.
Odio los ciclos de luz"

Recapacita y se levanta.
Manos en los bolsillos, nariz helada, cazadora de cuero cuarteada.
Alma intransitable, mirada perdida pero cuerpo en equilibrio.
Bienestar exterior y a la vez en ruinas como Roma.
No sabe donde meterse pero sigue buscando cobijo o que la vida caprichosa le brinde la casualidad de transitar la octava maravilla.
O al menos, un café solo bien caliente, o frío pero siempre amargo.

domingo, 23 de noviembre de 2014

Matices

Perder la cabeza y el sentido por unos dientes torcidos y una sonrisa encantadora.
Y por los piercings en lo alto de la oreja derecha y el pendiente de rigor en la izquierda.
Por los libros antiguos y sus páginas amarillas. Por la inspiración barata a lápiz en un vagón destino Atocha.
Perder la cabeza y el sentido por la marca azul del bolígrafo al escribir en el dorso de la mano.
Y por la marca roja de un pintalabios en la mejilla. O en los labios. A veces hasta en la frente, depende de la noche.
Por un nudo de corbata mal hecho, por unas Vans desabrochadas.
Por una cuerda rota al afinar, por un poeta solitario y por sus escritos desordenados (aparentemente)
Perder la cabeza y el sentido por todos los tonos de iris ajenos, por los estornudos peculiares, por una risa contagiosa.
Por un abrazo sentido, por un guiño.
Por un saco de huesos.
O por todo lo contrario.
Por una banda sonora, por una discusión acalorada y una reconciliación peor, o mejor. Por las miradas tímidas de reojo, las risas nerviosas, las resacas de domingo.
Por las noches que se te van de las manos, por AC/DC a todo volumen en su coche.
Por la ginebra, por el ron y por el tabaco (ajeno o propio)
Por los atrapasueños y por Edgar Alan Poe, Shakespeare o Machado.
Por París sin necesidad de salir de su cama, por las fotos desenfocadas, por las historias exageradas y por la capacidad de bailar mal muy bien.
Por Monstruos S.A y por El Padrino, Por esa uña recién pintada que restriegas como si no hubiera mañana con el cojín del salón.
Perder la cabeza y el sentido por un Madrid bañado en cerveza e iluminado de principio a fin. Por no poder aguantar la risa en clase o en un concierto.
Por su par de ojos y su silueta caminando por tu pasillo. Por los pares de calcetines impares. Por la segunda posición en la cuarta cuerda. Por pasear solo en pleno otoño. Por su forma de andar.

Es curioso que todo lo que nos hace perder la cabeza y el sentido sea todo lo que nos hace ser.
Y decidme, ¿no es eso precioso?

miércoles, 29 de octubre de 2014

Amistad es esto.

Ninguna de las dos sabía cómo habían llegado a la cima. No sabían si la habían escalado o si simplemente se habían avalanzado sobre ella lanzándose al vacío desde un paracaídas.
Pero, ¿y qué más daba?
Lo importante es que no había habido golpe. Ni daño. O a lo mejor lo importante es que a pesar de reconocerse la una en la otra con la cara un poco desencajada y el alma en standby ellas dos seguían siendo.
Después de todo.
Después de nada.
Después de mucho.
Después de poco, porque siempre se puede vivir más.
A lo mejor lo realmente importante es que a pesar de estar rodeadas de nieve, conseguían fundirla. Con sonrisas. Con lágrimas. O a lo mejor es que ellas eran la nieve y se fundían la una en la otra cada día un  poquito más. A lo mejor los demás eran la montaña que acababan de escalar.
A lo mejor lo importante es que a pesar de la falta de oxígeno, habían visto salir el sol. O a lo mejor lo importante es que el frío las daba calor, por eso de conseguir abrazarse cuando los días amanecían a bajo cero y el mercurio de sus termómetros indicaba "-1.000 ganas de comerme el mundo hoy."
Sabían manejar el clima y pronto aprendieron a convertirse en hielo cálido. Ese que nadie jamás era capaz de conseguir, porque o se pasaban de frío y acababan rompiéndose, o se pasaban de calor y se cocían. Nadie jamás habría de conocer algo así.

Las miradas de extraños en el metro mientras se contaban todo sin hablar, eran su pan de cada día y ellas se transformaban a la vez en miga o en corteza, dependiendo del ánimo de la otra. Se turnaban en la labor de pañuelo cuando una de ellas no era capaz de contener el mar o en la tarea de convertirse en psiquiatra enloquecido cuando llegaba la hora de irse de cervezas por Madrid para olvidar. O para no recordar el motivo de las risas de esa noche.

La ciudad les había fotografiado desde todos los puntos de fuga y ángulos posibles. En algunas fotografías no hacía falta ni flash porque brillaban con luz propia... una de sus mayores diversiones era la de hacerse pasar por Lady Madrid mientras la noche de la capital les regalaba anécdotas de esas que no se deben contar. En algunas de aquellas fotos salían distantes y en blanco y negro, pero el paso de los meses revelaba nuevas fotos a pleno color en un fatídico mayo lluvioso o en un agosto demasiado caluroso.

Sabían ir y venir pero sobre todo sabían volver allí donde se les quería sin necesidad de hacerlo. Sabían volver en el momento exacto, porque para ambas lo más importante es tender la mano cuando la otra se está viniendo abajo, lo demás carecía de importancia.
Se querían como nadie y se enfadaban como todos.
Eran iguales y totalmente opuestas pero sabían de sobra cuando una cerveza, un tinto o un gintonic tendría la capacidad de arreglar el mundo... o a ellas.
Estaban encantadas de haberse conocido y la casualidad (y la causalidad) estaba orgullosa de haber creado su encuentro.

Y es que no hay nada más bonito que ser a la vez que alguien. No hay nada más bonito que coincidir con un tú en el cuerpo de otra persona. No hay nada más bonito que brindar con alguien y con motivo. No hay nada más bonito que una borrachera con lo que es tu 50%.
No hay nada más bonito que una adolescencia compartida y por supuesto, esos guantazos de la vida, que duelen menos si hay alguien que hace de airbag.

Gracias por ser mi cometa cuando quería hacerte volar.
Gracias por ser mi paracaídas cuando caí.
Gracias por ser uno de mis motivos para brindar.
Gracias por ser uno de mis objetivos a mantener en cada año nuevo.
Gracias por ser B y a veces P y por ofrecerme opciones siempre de la A a la Z.
Gracias por dejarme ser tu 50% y tu yo encontrado en mi.
Gracias amiga.















Te quiero, pequeña de las dudas infinitas. 




martes, 14 de octubre de 2014

Te "odio"

Era otoño. Octubre. Un Octubre gris disfrazado de invierno. El aire cortaba mis piernas a la altura de mi minifalda. El viento silbaba al pasar entre mis tacones. La lluvia caía débil sobre uno de mis hombros, que se dejaba ver entre mi bufanda y mi chaqueta gris. Desnudo. Pálido. Helado.
No había sol. Ni luna. Ni estrellas. Ay... la contaminación.
El vaho se escapaba por mis labios entreabiertos, secos de tanto suspirarte.

Creo que voy a derramarme. Es el riesgo de voltearme, subirme, bajarme y obligarme a hacer equilibrio al borde del precipicio... o ¿es que te piensas que el cristal nunca se rompe?
¿que el vaso nunca se derrama? ¿que no existen las gotas de más? ¿que no vas nunca a colmarme?
Que me dejas con el otoño y vuelves en primavera, cuando ya la tempestad ha pasado. Me dejas en esta calle sin salida, fumándome mi último cigarro y de repente aparecerás de nuevo, pidiendo fuego y yo sin respuestas y por supuesto sin preguntas, me encenderé sin más, prendiendo tus recovecos.

Y volverá a ser primavera y nos habremos vuelto a saltar esa conversación que jamás tendremos. Volverás, como las golondrinas de Bécquer, guitarra en una mano y cerveza en la otra y me dibujarás un Madrid cálido, sin lluvia, porque a ti lo de mojarte... no te va. En ninguno de los sentidos.
Me mirarás de reojo, con o sin gafas, y miope me besarás frunciendo el ceño mientras me lavas por dentro. Y yo no sabré decir que no. Ni que sí. Simplemente no sabré que decir. Y me interpretarás a tu modo. Me cuidarás un mes, quizás dos y quién sabe si para cuando toque compartir manta te habrás marchado o seguirás aquí, amenizando mis mañanas.

Mientras tanto vuelve a ser Octubre. Otro Octubre gris disfrazado de invierno. Lo cierto es que no te sienta mal el frío... Se te empañan las gafas y las gotas de lluvia resbalan por tu cara... es un bonito cuadro... podría pintarte sin cansarme...
Abrigada hasta el cuello te veo venir y al menos el abrigo me protegerá de futuros golpes.
Eso creo. O eso me gustaría creer.

Has tardado meses en venir, pero vuelves.
Desapareciste, pero vuelves.
Me derramaste, pero vuelves.
Me rompiste, pero vuelves.
Me colmaste, pero vuelves.

Te "odio" pero vuelves.





"Te odio como nadie en este mundo te odiará.
Te odio como no se puede odiar a nadie más"

viernes, 10 de octubre de 2014

C'est la vie

¿Dónde estarás esta noche? - me preguntabas un sábado más y yo no sabía qué decir. Odiabas mis respuestas versadas y mis versos sin rima.
Por ahí - sin atreverme a mirarte a los ojos. Una respuesta demasiado banal para un encuentro demasiado casual.

Como siempre que me encontrabas de casualidad andando por Gran Vía, bajo la lluvia. Por supuesto sin paraguas. A veces he llegado a pensar que aparecías para salvarme pero aún no sé de qué.
Siempre te acercabas sonriendo y yo calada hasta los huesos, y no siempre por el agua, deseaba un gesto que me devolviera el calor. Sonriendo. Siempre sonriendo... y tu sonrisa casi iluminaba más que todos los faros de esos coches, que ajenos a nuestro encuentro, subían y bajaban por la columna vertebral de Madrid.

Por ahí no es una respuesta - sonreías.
Siempre con esa mueca en tu cara. Siempre tus labios curvados hacia arriba. Siempre esa risa silenciosa.
Y esos ojos marrones que a veces decían lo contrario a lo que expresaba tu cara. Nunca supe interpretarlos. O a lo mejor eras tú el que no quería que lo hiciera.
Y supongo que seguimos igual. No sé cuanto tiempo después.
Tú preguntas y yo intento responder.

Pero creo que hemos aprendido a andar al compás. O que tú te has acostumbrado a mis pasos lentos por mi manía de querer mirar todo cuanto tengo alrededor. A lo mejor, incluso, he sido yo la que ha acelerado los suyos por tu manía de querer ver todo al mismo tiempo.
Supongo que como todas las cosas que no tienen mucho sentido, continuamos siendo. Sin más. O quizás con mucho. Que no nos entendemos ni queriendo, pero sin querer nos entendemos de vez en cuando y el resto de veces nos averiguamos y me gusta enfocarte con mi Polaroid... siempre sales natural.
Como un par de locos siempre echamos a andar sin rumbo y cuando nos perdemos siempre dices que te sientes como en casa pero lo que no sabes, es que desde que apareciste de casualidad, hogar es allá donde vaya contigo. Y ni siquiera sé como hemos llegado a este punto, pero que bien saben los cafés en pleno invierno cuando hay alguien con quien compartirlos.
Y las cervezas ya son de otro mundo.

"Es de locos... no me creo la mitad... tú tampoco... muérete ya."
Pero como nos encanta enfadarnos. Y no comprendernos. Y acabar y empezar y volver a acabar empezando o volver a empezar acabando... como una pescadilla sin fin que se muerde la cola.
Supongo que ya no sé ser sin tus idas y venidas. Supongo que ya no sabes ser sin mi voz cantándote al oído, sin mis frenos y a veces sin mi acelerador.

¿Dónde estarás esta noche?

Donde quiera que estés tú.

¿Y si no estoy?

La casualidad hará de las suyas.







Y acabamos entrelazados en un bar de La Latina.
Por casualidad.

martes, 23 de septiembre de 2014

Viajar de estación en estación sin trenes



Para salir ileso del otoño no vale ser lento ni querer pasar rápido los días, hace falta buscar un término medio.
Igual que cuando vas a cruzar un río, que no puedes intentarlo por la parte en que el caudal es más ancho y profundo.
Esto es igual, solo que sin botas de agua.

Para salir ileso del otoño hay que aprender a convivir con el buen tiempo que viene y va, con las hojas secas que nos caen encima sin avisar y, por supuesto, hay que aprender a convivir con la lluvia.
A veces con paraguas. A veces sin el.

TJ se adentró en mi otoño casi sin darme cuenta. Cuando menos me lo esperé ya me estaba lloviendo encima.
Salí empapada de aquellos meses, pero ni sus gotas ni su humedad se fueron con la llegada del verano. Me dejó miles de hojas que aparecían al cepillarme el pelo. Y algún que otro arcoiris, que desaparecían tan rápido como las huellas de sus botas en la orilla de nuestro mar, ese que aprendí a navegar pero que en algún momento me debió de ahogar.

Y me debí de ahogar rápido, casi sin darme cuenta, porque al despertarme no reconocía aquel sol ni recordaba la retirada del invierno.
Supongo que pasó por mi lado tan rápido como un Ferrari, dejando una pequeña marca de sus frenos antes de que el semáforo se pusiera en ámbar y el decidiera que irse era mejor que estar.

Ya han pasado algunos años de aquel desembarco, o naufragio y supongo que poco a poco me he ido acostumbrando a la primavera que requiere de nuevos conocimientos y mejores técnicas para sobrevivir... porque en esta época del año el sol ya quema y no quiero quemarme (con nada ni a nadie).
Supongo que fue V. quien quiso enseñarme a oler sus flores e ignoro por completo si acaso esto es un otoño con buen tiempo o una primavera con clima invernal, solo sé que me he paseado y que hace tiempo que no me calo por lo que no tengo miedo de ahogarme ni de enredarme el pelo con sus hojas, aunque a lo mejor si lo hago con sus ojos.
Que ni siquiera sé de qué color son.

Ignoro si V. se irá cuando se mueran las flores e incluso ignoro si sobrevivirá al invierno. Ignoro tantas cosas de V. que ni siquiera se por qué le he adjudicado esa letra.
Tampoco puedo reprocharle nada. Quiero decir, la noche que decidió enseñarme la primavera yo seguía siendo otoño, poco sabíamos el uno del otro.

Ignoro si acaso V. ahora sabe algo más de mi. Ignoro si lo querrá saber.
Solo sé que combinamos muy bien el marrón con el rojo y que aunque a veces llueva, siempre me convence para que siga llevando amapolas y tulipanes como si acaso yo fuera Flora.
O algún tipo de diosa al que él quisiera adorar.

sábado, 6 de septiembre de 2014

Tiempos verbales

Hay días en los que necesitas una razón, un motivo, una excusa o simplemente un golpe de suerte para intentar darle sentido a la trayectoria torcida de nuestras vidas, tan compleja, tan completa y a la vez tan inválida... que necesita de tu paso firme para avanzar y caminar.
Solías pensar que el mar no tiene fin o que los bollos rellenos de crema son el mejor dulce de este mundo... ojalá pudieras probarte... ojalá aún no te hubieras dado la vuelta.
Pero susurraste "Vámonos" y yo me fui, pero detrás de ti aunque no siempre me vieras.
Solías decir que era tu piedra preferida, aquella con la que no te importaba tropezar... que bonito ha sido siempre caer juntos.
Te he dicho de todo con los ojos, mientras con los labios callaba empeñándome noche tras noche en levantarme, porque ahora soy yo la que cae sola y tú el que encontraste un bastón para poder caminar.
Un bastón de ojos bonitos y pelo alisado. O rizado. Nunca tengo el valor de fijarme.
Solía pensar que las peores pesadillas las tuve de pequeña, cuando todo se volvía negro y gritaba llamando a mi madre, para que con sus brazos me acunara hasta conciliar de nuevo el sueño... no fue hasta esa noche en la que ya no estabas, cuando comprendí que las pesadillas también se pueden tener mientras uno está despierto.
Y también los mejores sueños... y que bonito fue soñarte con los ojos abiertos.
Recuerdo cuando con una sonrisa me decías que no podías más, y no sé, a veces después de eso venía un beso... o una noche sin dormir. Lo jodido fue cuando detrás de tu último "no puedo más" apareció el desconsuelo, y de su mano y el miedo.
Supongo que no sólo las casas se quedan vacías cuando los inquilinos se marchan...
Solías sonreírme con las pestañas y besarme con los ojos y qué vértigo cuando lo hacías con los labios...
Siempre he pensado que éramos imperfectos y no sabes lo mucho que me encantaba verte perfecto mientras reías o mientras observabas mi pelo revuelto. Eres como observar una escultura griega.
O eras.
Aún no sé que tiempo verbal ponerte. 
Que bonito fue tenerte dentro.
O que bonito es. Ya te digo que aun no sé.

jueves, 28 de agosto de 2014

Susurros

No sé cómo lo hacía pero siempre que necesitaba escapar unos segundos de la realidad, sus manos tapaban mis ojos y con leves susurros me convencía de que yo ya no estaba aquí, que hacia tiempo que volaba alto. 
Y que tranquilidad me daba eso... el perfume de su cuerpo, el aroma de su aliento (a veces café, a veces menta)
Siempre sabía que hacer y de que manera hacerlo. Era el punto perfecto sobre la "i" más imperfecta, el acento a la palabra más aguda, el tango argentino más sexy del mundo, bailado por bailarines amateur...

Aun recuerdo los trazos de sus dedos por mi espalda y a pesar de frotar con esmero, tiempo después sigo siendo una obra de arte. Su obra de arte. 
No sé en qué momento decidió irse, sólo sé que me di cuenta de su ausencia por el recorrido de sus huellas hasta la puerta de mi casa, las cuales una vez cruzado el umbral, desaparecieron junto con su aroma a menta y a chocolate negro con fresa. 

Acostumbrada a sus idas y venidas pensé que cualquier día aparecería con un par de croissants y batidos de vainilla, aunque las señales de mi entorno me gritaban que el roce de su cuerpo ya no era mi segunda piel, que se había marchado, y con él su neopreno (siempre pegado a mi)

No sé si quizás debiera haberle llamado, o siquiera haberle pensado durante al menos 25 segundos al día, el tiempo que tardo en recordar como era la textura de sus besos. Supongo que me acostumbré a dejar de volar alto.

Un día me crucé con otro aroma y lejos de ser menta o café consiguió hacerme desaparecer como nunca nadie lo hubiese hecho antes: entre sábanas. 
Entonces comprendí eso de que se puede ser virgen de corazón, porque hasta que no me probé ese nuevo neopreno no pude comprender que yo jamás había hecho el amor antes. 


miércoles, 2 de julio de 2014

Retales de recuerdos en Barcelona

Supongamos que esto es un encargo, supongamos que alguien desde su más plena ignorancia me ha pedido que escriba "algo" y que además, sea "bonito".
Supongamos también si queréis que lo hago por voluntad propia.
Supongamos, por ejemplo, que llevo encima unas copas de más.

Obviando las dos últimas, quedémonos con la primera opción.

No sé por qué sigo aquí, en este piso situado en la zona más centrica de Barcelona. Tampoco sé por qué dejaste el segundo cajón de nuestra cómoda a medio vaciar.
El resto de la casa está llena de tu vacío, irónico ¿verdad?
No sé si prefiero pensar que fue un despiste o una estrategia meditada para hacerme pasar a mí por el último trago de ti, en el sentido de hacerme responsable de tirar tus últimos trastos y por consiguiente hacerme a mí protagonista y, pluma en mano, tener que escribir nuestro punto y final.

Ese que tú disfrazaste de paréntesis, para dejar la puerta de nuestro camino juntos entreabierta.
Ahora que lo pienso, qué poca vergüenza.

Fíjate en lo que te has convertido: en resaca, cuando antes eras la primera, la segunda, la tercera, la cuarta, la quinta o la décima copa de mi alcohol preferido, no me cansaba nunca de emborracharme de ti.
Y ahora las mañanas tienen como actores principales de reparto al mareo, a la angustia y al vómito.
Mareo porque la casa no deja de dar vueltas desde que decidiste marcharte dejando una mísera nota pegada con un imán al frigorífico, con eso debería haberme dado cuenta de que lo que se avecinaba iba a ser frío. Las paredes me oprimen hasta convertirme en una especie de lamento que solo sabe decir "T'estimo" y "Tant de bo que fossis aquí."
Ni rompiendo las paredes con el martillo de tu desprecio los recuerdos se derrumbarían, para ello tendría que destruirme también a mi y yo ya soy mi propia casa en ruinas.
Cada mañana intento vomitarte, sacarte de lo más dentro de mi, vomitar nuestra Sagrada Familia, esa que construimos a base de planes de futuro. Quiero vomitar tu paseo marítimo y tu Parque Güel, quiero vomitar tus Ramblas.
¿En qué me quedaré cuando ya no me quede dentro nada de ti?

Ojalá hubiera estado aquí mientras recogías tus cosas, observándote sentado en el sofá, viéndote ir y venir cargada de recuerdos y metiéndolos a trompicones en una maleta demasiado pequeña para guardar 5 años. De haber estado aquí, te hubiera dado una más grande para poder meterte en ella y verte salir, reducida a anécota, por la puerta de mi vida.
Ojalá hubiera estado aquí para hacerte mirarme a los ojos y obligarte a decirme aquello que decidiste que no era lo suficientemente importante como para ponerle voz.
Ojalá hubiera estado aquí para vaciarte en la maleta el segundo cajón de nuestra cómoda, donde están aun las fotos, esas fotos desde las que me miras como si todavía me abrazaras por detras cada mañana.

Volviendo al principio, supongamos que alguien desde su más plena ignorancia me ha pedido que escriba "algo" y que además fuese "bonito"
Lo siento por la decepción, lo bonito se lo llevó ella en su maleta. Aquí solo dejó tuppers de comida para dos, cama de matrimonio para uno y un café a medias, esperando a ser endulzado con un poco de azúcar, si quieres algo bonito, ahí tienes las fotos.
Quedátelas y escribe una historia sobre esos dos amantes que ahora ya ni se conocen.


martes, 17 de junio de 2014

Verano, eres mi botón de standby

Es época de viajes con amigos, con amigas, con pareja o solo. Es época de anuncios de Estrella Damm (que a ver quién es el cachondo que tiene un verano así) y fotos guiris para fardar en Instagram.
Es época de sonrisas bajo el agua, de bikinis, de toallas y de esas jodidas sandalias nuevas que hacen los pies polvo.
Es época de vestidos blancos (mejor no mencionar cuando se te transparentan las bragas, para algunos una alegría para otras una vergüenza) y las consiguientes fiestas ibicencas sin haber pisado ni una vez Ibiza, irónico.
Es época de planes de tranquis, casualmente los que peor acaban y los que más protagonizan el verano. Es época de despedidas (uf) y de encuentros, sobre todo de encuentros.
Es época de fiestas de pueblo, de revolcarse por el suelo, de reir hasta que duela.
Es época de creernos que "este verano va a ser legendario" y si se para uno a pensarlo, es igual que el anterior. Los veranos no son ni mejores ni peores, son veranos y aunque no se tenga ningún plan en especial siempre los veranos van a ser "joder, la ostia".
Y ojalá algún verano se monte esa fiesta a lo Project X que, por el momento, parece que sólo se viven en América.
Es época de hombros rojos, pecas y el típico gracioso que te tira con ropa, esa especie que jamás se pondrá en  peligro de extinción. (y menos mal, porque encima suele ser ese mejor amigo que también, te ha hecho las mayores putadas. Ese mejor amigo al que luego le invitas a una cerveza y entre cigarro y cigarro, se os pasa)
Es esa época en la que los blancos color "radiactivo nuclear" dejan pasear su piel a través de pantalones cortos deslumbrando a todo aquel que pase y también el momento idóneo para los morenos, que ya por fin pueden hacer de Baltasar sin necesidad de betún.Oh, no nos olvidemos de los rojos color cangreburguer.
Es época de volverse un poquito metrosexual (que no chicos? que no?)

Es época de hacer mil planes, casi todos a la playa, y acabar en la piscina haciendo castillos de césped mal cuidado, porque otra cosa no, pero el césped siempre suele estar hecho una mierda. (pero casi que mejor que la arena de la playa que aunque no te sientes se te mete por ahí mismo).
Es época de helados de fresa, de vainilla, de stracciatella, de cookies, de tutti frutti, de café, de dulce de leche y, que no falte, de chocolate (ese que justamente te mancha el vestido blanco, sisi, el de la fiesta ibicenca)
Es época de vuelta y vuelta y no aguantar ni 5 minutos boca arriba.
Y sí, también es época de dormir en ropa interior (o sin ella)
Es época de "por dios que maldito calor, que acabe ya" y acto seguido pensarlo detenidamente y pensar "nonononono no te acabes nunca"
Es época de "me echas crema?" y luego de "joder, te has pasado..."

Es tiempo de gafas de sol y mirar al sol mientras sonríes, de respirar lento porque en verano parece que el oxígeno entra mejor, es época de Madrid brillante y calles que poco a poco se vacían.
Es época de enamorarse o de mandar a tomar por culo a todo el mundo.
Es tiempo de despegar y en Septiembre aterrizar forzosamente.
Cervezas frías, tinto de verano, escapadas nocturnas, llamadas de borracho.

Es época de inspiración para los artistas y de desconexión para el resto del mundo, es verano, simplemente verano y dura lo que tarda en llegar el otoño.

lunes, 2 de junio de 2014

Cantos de sirena

Qué deciros que no os hayan dicho ya mil veces de mil maneras diferentes.

Que el tiempo que nos falta sólo saben contarlo los suspiros y el que nos sobra, sólo saben contarlo las olas del mar de unos ojos ajenos, o su orilla.

Que sí, que las canciones nos cuentan nuestra vida cuando ni siquiera están compuestas y sí, a veces las letras están hechas a propósito sin que nos demos cuenta.

Si... los sueños reflejan lo que no somos, lo que somos, lo que queremos ser, lo que fuimos, lo que ojalá no hubiéramos sido, en lo que nos transformamos, lo que queremos olvidar, lo que queremos recordar y qué casualidad que hoy te hayas retorcido en tu cama.

Eso pensé cuando más dolía: "Que casualidad que te retuerzas en tu cama cuando yo ni siquiera me puedo mover"
Paralizada, atada de pies y manos a tu alambrada que separa tu España de mi Melilla, pobre de mí, inmigrante hacia tierras desconocidas, empeñada en llegar a tu puerto y echar el ancla.

Y a veces me pregunto que por qué no se habrá hundido aún mi barca.
Valiente marinera por un mar angosto, oscuro, profundo, lleno de oleaje y barcos a la deriva... precisamente esos a los que partiste el timón y les dejaste sin capitán y velas.

A dónde irán a parar esos barcos... ¿se hundirán?
¿Se podrán sacar a flote?

Marinero despechado que perdiste a tu doncella, te convertiste en pirata ¿y ahora?
Ron caliente por tus venas ¿qué más da lo que te venga?

Borracho esperas a tu sirena, esa que desde el océano te empiece a cantar y durmiendo la oigas susurrar las notas que te lleven con ella, al fondo del mar.

Y una vez que te hayas ahogado, volverán aquellos barcos que con cien cañones por banda y viento en popa a toda vela, surcaron tu mar y se fueron allá donde los piratas enterraban y escondían su oro, allá donde nadie nunca los fuera a encontrar, entonces te reunirás con la arena del fondo de tu océano y yo...

Yo seguiré navegando a ver si una noche, de esas de luna llena, me caigo al mar y sin quererlo de repente sea sirena.

A lo mejor así, consigo hacerte flotar.



viernes, 9 de mayo de 2014

Arte contemporáneo

Creo que si alguien mi hiciera un retrato, sería un cuadro contemporáneo. Y no es que esto lo haya elegido yo así, es simplemente porque creo que es mucho más fácil dibujarme como un punto negro en el centro de un lienzo en blanco, que intentar limar mis asperezas y marcar las ojeras que se me marcan debajo de los ojos por esta manía que últimamente ha surgido dentro de mi.
Una maldita manía de despertarme cada dos horas.
Lo he denominado insomnio post-pensamientosnopensados.
Si, ya sabéis. Esos pensamientos que aparecen solo por la noche, que tocan *toc-toc* nuestro cerebro al caer el sol y nos hacen plantearnos mil cosas estúpidas que no nos van a llevar a ningún sitio. Pensamientos difusos, profusos, persistentes.
Pues a esos pensamientos les he dicho ya varias veces que no. Un NO rotundo, con una mirada de esas que acojonarían hasta a Drácula. Bueno a lo mejor no tanto.
Pero ¿qué más da? Si es que siempre vuelven, como el sabor del último cubata en una mañana de resaca.
Y me despiertan cada 120 minutos en plan "Hola si, ¿estabas durmiendo?"
Malditos pensamientosnopensados.

Ya no es sólo que vayan de ti, que en el peor de los casos sería lo mejor, sino que no me apetece pensar en ti. No por nada, ni bueno ni malo, sino porque no es el momento de pensar en ti. Al menos no aún.
Quiero decir, no descarto el momento en el que tenga que pensar en ti pero tampoco descarto la opción de que en un tiempo siga sin querer pensar en ti.
Si ya lo sé.
No tiene sentido.
"Estás loca. Estás fatal" Pero una vez, alguien dijo que las mejores personas lo están y después se adentró en El País de las Maravillas.

Todo esto no es más que una Oda a un Verano Anunciado en un viernes de primavera cualquiera en la vida de una veinteañera cualquiera que aún no se ha acostumbrado a lo de tener 20 años ni nada en lo que (no) pensar.

No entiendo como en plena primavera, hayas cogido todas las flores y las hayas secado, una por una, deshojándolas con cautela, jugando al azar con cada uno de sus pétalos. No entiendo como en plena primavera, y con la alergia que me caracteriza, no haya estornudado aún sentimientos ni que no me haya dado asma de tanto reir(te).

¿La risa da asma? Cuando es de las buenas si.

Creo que nuestros días están siendo muy parecidos a esos momentos incómodos con un vecino en el ascensor, pero que a la vez, no puedes evitar.
Esos encuentros que vienen sin más y o hablas del tiempo o estás jodido.
Entonces, ¿cómo es que aún no hemos hablado del tiempo? ¿Será que los silencios empiezan a ser cómodos?

¿Es posible que me estés retratando con tus dedos y que el punto negro ese del que hablaba al principio no sea más que mi ombligo? ¿Será que estás en predisposición de quitarme las ojeras? Y de ser así, dime, ¿cómo piensas hacerlo?

Últimamente escucho mucho una canción de The Libertines, "Music when the lights go out" y trata sobre la incapacidad de escuchar música dentro de tí mismo cuando se está con esa persona que, de repente, sólo te sirve como incentivo para beber unos buenos tragos de Ginebra y confesar todos tus pecados. Algo así como una liberación, pero de las malas. De esas que te hacen pensar que "The girl I thought I knew is gone" y que jodido tiene que ser eso.

Con esto quiero decir, que yo estoy empezando a escuchar los primeros acordes y que esos acordes me visitan de noche, tocando *toc-toc* en mi cerebro al caer el sol. Y me hacen pensar cosas estúpidas, como la posibilidad de componer una sinfonía con ellos o yo que sé, pintarte un retrato.
Empezando por el ombligo.
Un punto negro en medio de un lienzo blanco.

Y lo que surja.

martes, 29 de abril de 2014

Que fácil es contarme

20 años.
20 primaveras, 20 veranos, 20 otoños y 40 inviernos.
2 besos por mejilla, 1 al corazón.
Un apretón de manos y un "adiós" que todavía escuece.

20 años y tan sólo 1 vez el mundo ha temblado bajo mis pies.
3 cajas de recuerdos y 5 marcos con fotos en mi habitación.
2 parpadeos rápidos son nervios, 6 movimientos de pie por segundo es impaciencia.
1 mirada intensa de más de 30 segundos y 1 abrazo después.

De 6 a 7 cubatas
y la 1:48 de la madrugada como hora idónea para irse a dormir.
Más de 10 películas preferidas y más de 50 libros por descubrir.
1 fobia y varias alergias.

Seguramente más de 100 litros derramados en lágrimas
pero más de 1000 risas ahogadas y sonrisas provocadas.
2 latidos por segundo y 1 corazón que una vez se paró.
5 sentidos y alrededor de 15 manías.

Un par de ojos y varios colores en la mirada.
164 centímetros de piel y 4 extremidades
2 manos, 2 pies
2 pulmones y 0 ganas de bucear a otros océanos.

Más de 30 bienvenidas
y aproximadamente 100 despedidas.
4 ocasiones para mirar atrás
y más de 3 arrepentimientos.

4 reparaciones
21 tiritas en el corazón y 2 vueltas de llave.

20 años.
2 décadas.
Que fácil es contarme.


jueves, 24 de abril de 2014

El último trago

Intenté de todo.
Absolutamente de todo.
No faltó nada, salvo tú, por supuesto.
Lo hice todo por olvidarme de todo
y quedarme en nada.

Repoblé mil jardines
y en vez de salir flores, crecieron fotos.
Jardines de recuerdos.
Naturaleza de olvidos.

Cervezas vacías y ceniceros llenos.
Con tus cenizas. Con las mías.
Con las nuestras, si es que eso tuvo alguna vez sentido.
¿Lo tuvo?
Ojalá nunca nada hubiera sucedido.

Faldas de volantes y tequila.
Limón y sal para las heridas.
Que curen, que escuezan
Que cicatricen, que dejen marca
como tus huellas y tus dedos en mi espalda.

No sé qué hacer conmigo
si ya no recuerdo lo que era beber para celebrar.
Últimamente lo mío es beber por beber
y por supuesto, beber para olvidar.

No sé que hacer contigo
si ya no recuerdo como era llegar hasta tu ombligo.
O lo de subir al quinto pino con tu séptimo beso.
¿Recuerdas todo eso?

Yo ya no.
Hace tiempo que me he acostumbrado a vivir en el olvido.
Y me gusta. Hay cerveza y muchos discos de vinilo.
Para encontrarme cuando anochezca
o para perderme en un suspiro.

sábado, 5 de abril de 2014

Mi corazón ardía como el Windsor

Hoy no me encuentro, ¿sabéis de esa sensación de estar totalmente perdido, descolocado? Lo cierto es que llevo así meses, y no es porque te eche de menos, que también, sino porque de repente es como que mi brújula interna ya no marca el Norte, de echo no marca nada y me deja solo, a la deriva y sin rumbo... Y me encantaría correr lejos, allí donde el jodido olor de tu perfume no me alcanzase, pero en cambio me acurruco en mi piso de alquiler, pagado a duras penas porque apenas llego a fin de mes, y Sudando la tristeza que me empapa desde que te fuiste, te compongo una canción, la más triste pero también la más sincera y mi guitarra llora mientras yo intento que de mis entrañas vuelva a resurgir Mi mejor versión, esa que junto con la ropa interior que guardabas en mi cajón, ahí, al lado de los condones, se fue contigo. 
Y joder, es como si de repente todos Los cantantes se hubieran aliado contigo y hubieran firmado un contrato para sólo componer canciones de ti, o yo que sé a lo mejor soy yo que quiero hacerte eterna y me empeño en meter tu figura en cada acorde de Joaquín Sabina.
Quizás lo que más me fastidia de todo esto es tener la certeza de que Nunca nadie me había hecho sentir lo que me hiciste sentir tú, ya sabes, con tu manera de mover las caderas, de sacarme 92 sonrisas diarias, con tu manera de cantar tan rematadamente mal en la ducha y joder también con tu manera de llevarme al Éxtasis
Supongo que estoy siendo Terriblemente cruel conmigo mismo al pensar en ti, pero hay veces que tengo estos días en los que sin dudarlo, te volvería a llevar a Francia y en lo alto de la Torre Eiffel volverías a observar París con la Mirada perdida y yo te contemplaría embobado, jodidamente enamorado y mi corazón sufriría esa Hermosa taquicardia tan típica de mí cuando se trataba de ti. 

Pero no. 
Ya no. 

París ha perdido todo su encanto desde que mi Francesita no se pasea por sus calles, bueno, ni por las suyas, ni por las mías y no hablo del asfalto de Madrid, sino de cada poro de mi piel que tirita y se encoge desde que ella no los toca, hablo de mis ojos continuamente cansados, hablo del yo que ha surgido desde que mi yo con ella desapareció.

Desde mi ventana veo pasar cada mañana a las Palomas que vuelan alto, y me dan envidia porque ellas si que pueden escapar a donde quieran, son libres de ir a cualquier sitio... y mientras fumo como un condenado deseo ser uno más entre ellas pero , al igual que yo, curiosamente cada mañana vuelven al alféizar de mi ventana, esperando a que aparezcas tú para darles migas de pan, a pesar de que te dije 1923 veces que no lo hicieras... tú y tus cabezonerías, tú y tu sonrisa de Ciencia ficción, tú y esa maldita mirada que me hacía perder la razón, tú y tu maravillosa tradición de convencerme con un "Después hacemos Todo lo que tu quieras."

Y no, a mi corazón no le salen Las cuentas, será porque el recuento de tus besos es de cero y mi demacrado cuerpo aún no se ha acostumbrado a tu ausencia ni al frío, ese frío que cuando Afuera en la ciudad era invierno tu destruías sembrando primaveras en mi colchón y convirtiendo mi habitación en tu jardín contemporáneo. Tenías la habilidad de convertir lo normal en extraordinario, sacando Del hueso una flor y creando vida a tu antojo con nada más que el poder del sonido de tu risa, ese sonido que atormenta mis noches. 

Si miro hacia atrás, hago un Vis a vis con mi yo de antes y joder, tampoco estoy tan mal ahora ¿no? quiero decir, me veo bien... quizás un poco más delgado y mucho más borracho, pero al menos el alcohol me quita la sensación de Vértigo Aunque sea un rato . 

No te lo voy a negar, estoy Cerca del precipicio pero mi reflejo me salva y el Telediario me recuerda que el día a día continúa aunque ni tú ni yo seamos portada de ningún diario, aunque a quién quiero engañar, nunca lo fuimos, sólo en nuestra memoria; ahí donde guardo nuestras fotos, el recuerdo de los cigarros de después, de las sábanas revueltas, de las cervezas de más y de los ibuprofenos de menos, ahí donde escondí el Miedo, ahí donde también están los recuerdos de mi abuelo, de mis padres, de esos Penaltis que me hicieron saltar del sillón con 11 años, ahí donde estás tú, recién levantada y en ropa interior, ahí donde está tu inicial grabada a fuego (M).

Con el corazón hecho polvo, pedazos y Pólvora (que espero que tú no vuelvas a hacer estallar) me despido de ti, fue un placer compartir vida. 
Hasta siempre.

domingo, 30 de marzo de 2014

Aprender en Madrid.

De repente una mañana te levantas y el mundo, la vida o tus legañas deciden que ese día no va a ser un buen día, y te lo tuercen o yo que sé, a lo mejor somos nosotros los que nos lo torcemos a propósito para darnos un poco de vidilla dentro de esta asquerosa rutina en la que andamos sumergidos a diario. Pero, ¿entonces qué? Pues entonces nos calentamos de más la leche y el café se nos cae encima de la única camisa blanca que tenemos planchada en el armario, y con prisas y con los minutos de retraso exactos para perder el tren, corremos a por ese jersey tan bonito que un día alguien especial te regaló, y que hoy te lo pones sin tan siquiera darte cuenta. Y bajas a la calle, corriendo por supuesto y ¿qué pasa? que empieza a llover justo el día que tú has cambiado de bolso y te has olvidado el paraguas, o justo el día que te has puesto esa sudadera sin capucha o justo el día que has decidido ir de hipster y vas sin abrigo y con Vans, porque tú lo vales; y realmente cabreado por haber metido un pie en un charco piensas "Al levantar la jodida persiana no estaba lloviendo." pero no pasa nada, sigues corriendo a pesar de que sabes de sobra que has perdido el tren de las 8:27 y que no llegas... pues eso, ni de coña pero con la mirada puesta en el cielo rezas para que no se te haya olvidado también el abono transportes en el escritorio, ahí donde lo viste justo antes de coger las llaves y... media vuelta. A casa. 

Llegas con la lengua fuera y pasas el día como puedes pero sonriendo porque a la vida se le sonríe, con sonrisa amplia y dientes torcidos, con un tono de dientes normal, de persona normal nacida en un barrio de Madrid, nada de blanqueamientos deslumbrantes como las estrellas de cine, que parece que llevan un foco en cada pieza dental. 

No se sabe ni cómo pero llegas a casa, con los folios metidos de cualquiera manera en la mochila, o en el bolso, o en el maletín y nada más cerrar la puerta de tu casa con doble vuelta de llave el primer pensamiento que una persona normal tendría sería "Por fin en casa." 

MENTIRA
El primer pensamiento que una persona normal tiene al entrar por casa después de un día de mierda es "Me quiero ir de aquí. Quiero escapar. No lo soporto más." Y es porque la ciudad muchas veces nos agobia, nos merma la poca positividad que hoy en día se puede tener, nos pone al límite, nos hace pruebas (a ver si os vais a pensar que lo de perder el bus o el metro es casualidad. Estoy convencida de que hay un acuerdo firmado por todo el Consorcio de Transportes de la Comunidad de Madrid para ello) y lo del olor a las 8 de la mañana en el metro ¿qué? Queridos, queridas, si sois capaces de soportar ese olor sin vomitar NO HABRÁ RESACA QUE SE OS RESISTA.
Igual que la ley no escrita de "Deje salir antes de entrar", si, esa ley que todos nos pasamos por el forro sea un día normal o un día de mierda, si hay que entrar en el vagón repleto para coger sitio me llevo por delante a quien sea, que tengo 20 años y estoy en la flor de la vida, pero yo, por mis santas narices me siento, a ver donde vamos a llegar, porque claro, está mal visto que los jóvenes vayan sentados y las personas mayores de pie, pero es que aquí entra la maravillosa odisea de aguantarle la mirada a una mujer mayor que entra en el vagón y se te queda mirando fijamente como diciendo "Ah pero, ¿no me vas a dejar sentarme?" y tú le contestas "No." Pero en realidad es un cumplido encubierto porque si no le cedes el asiento es porque bajo tu juicio has valorado que esa persona puede ir perfectamente de pie, vamos que se conserva bien, que para los años que tenga no necesita de un asiento a las 8 de la mañana en un metro que atufa, ¿Y ACASO ESO NOS LO AGRADECE ALGUIEN? Pues no. Señoras y señores mayores, hay que ser más agradecido en esta vida.
Y si, no se puede pedir a una persona, tenga la edad que tenga, que te ceda su asiento en el metro y esta ley no escrita debería escribirse bien grande en los vagones y estaciones del metro.

Y la verdad es que en el fondo se disfruta de la capital, puedes irte donde sea, puedes querer escapar, mudarte, irte a Barcelona, a Alemania, a París... pero si has nacido aquí, o has vivido en Madrid el tiempo suficiente como para que se te peguen expresiones como "Renta mazo" o "Tú, tú, no te cantees" y sepas exactamente el tonillo de "Atención: estación en curva, al salir tengan cuidado para no introducir el pie entre coche y andén" siempre siempre siempre, tendrás un pedacito de tu corazón en el Km 0 de la Puerta del Sol. 
Porque... ¿qué es Madrid?
Madrid es aceptar un robo a mano armada en el Starbucks de Callao, es Gran Vía con su tráfico interminable que te secuestra a un lado del paso de cebra y que a pesar de empezar a cruzar con tiempo, siempre acabarás casi corriendo para llegar al otro lado de la calle (desde aquí hago un llamamiento a los que se encargan de poner tiempo a los muñequitos de los semáforos, muchas veces NO DA TIEMPO, gracias). Madrid son noches de fiesta por Moncloa, por Atocha, por Plaza España... (con cuatro ojos por si aparecen nuestros queridos amigos con recetas de 600€...) esas noches de fiesta típicas de la capital que sabes cómo empiezan pero jamás sabrás cómo acaban, ni cuando ya han acabado; esas noches de fiesta en las que pierdes el bolso, el móvil, el abono, dinero o incluso un tacón, esas noches de fiesta que te matan a la mañana siguiente poco a poco, pero que a la vez te hacen sentir un poco más vivo, esas noches de fiesta de las que descubres fotos 2 meses después y no tienes ni idea de quiénes son las 15 personas que salen contigo. Madrid es aire contaminado pero puro, formado por los gritos de cientos de personas que están disfrutando en el Parque de Atracciones, por las risas de ese par de enamorados que se están comiendo a besos en el Templo de Debod, por el conjunto de gilipolleces que se están contando ese grupo de chavales que está paseando por los alrededores del Palacio Real. 
Madrid es perderse por Tribunal o La Latina, Madrid es Chueca.
Madrid son las vistas de las cuatro torres de la Castellana y los millones de atardeceres atrapados en cámaras desde El Círculo de Bellas Artes, Madrid es el Calderón y el Bernabéu, Neptuno y La Cibeles. 
Madrid es el 15-M y la Marea Verde, Madrid son las manifestaciones y los moratones provocados por pelotas de goma, Madrid es la voz del pueblo. 
Madrid es La Feria del Libro y el paraíso para los amantes de las flores con su Jardín Botánico, Madrid son los conciertos en el Palacio de los Deportes, La Riviera o Las Ventas. Madrid es inspiración y musa, Madrid es la "Lady Madrid" de Pereza, el "Madrid" de La Fuga, la cuna de Luis Ramiro y de Marwan. 

Madrid es capital y centro, punto de encuentro y vía de escape.
Madrid son polos opuestos, amor y odio hace la ciudad que nos ha visto nacer, crecer, emborracharnos, perdernos y encontrarnos. Madrid es aprenderse las líneas de metro por colores, Madrid es llevar a cuestas el violín por todas las redes de transporte público, Madrid es aprender a leerse un libro en los trayectos a la universidad. Madrid es pintura y fotografía.
Madrid eres tú, soy yo y es ese chaval que nada más llegar a la puerta del metro se ha dado la vuelta, me apuesto el paraguas que me he olvidado en casa a que se ha dejado el abono encima del escritorio, ahí donde lo vio justo antes de coger las llaves, ojalá que al llegar a casa odie Madrid, y se acueste amándolo.


martes, 18 de marzo de 2014

Para todos los públicos.

Hoy quiero mandar un mensaje a todos aquellos seres que están perdidos o que no saben encontrarse, también a los que se han perdido a propósito, a los que salen de dudas o que siguen dudando, a los que se endeudan y a los que se lían, que se apegan, que se pegan, que se apartan o que se acercan, a los enamorados, a los que se ponen morados a helado por haberse des-enamorado, a los que esconden el corazón y a los que lo llevan en la mano, a los chulos, a las chulas, a los tímidos y tímidas, también a los que dan la mano al presentarse, a los que, en cambio, dan dos besos, a los que no los dan, a los que los roban, a los que se los guardan y a los que los regalan, a los que saben pintar y a los que no, a los que cantan, a los que se creen que cantan y a los que gritan, a los que se lanzan y a los que les lanzas, a los que se hacen la picha un lío y a los que se tienen que hacer un lío en la picha para no joder su relación, también a los que contestan al segundo toque y a los que no quieren que les toques, a los que tienen la cabeza sobre los hombros y a los que la pierden por una mirada, a los que tienen ojos verdes, o castaños, o azules y hasta a los que se ponen lentillas de colores, a los gafotas, a los que llevan gafas por moda y a los que no siguen modas y visten como les sale del puñetero culo, a los que están más solo que la una y encuentran consuelo en el amor propio (no se si se me entiende), a los que están solos y lo disfrutan, ¡qué coño!, a las parejas, a los tríos amorosos, a los que odian el amor, a los que dicen que lo odian y a los ñoños de la pandilla, a los que les gustan las comedias y a los que tienen complejo de Saw con su maldita manía de "vamos a jugar a un juego" y casualmente es con corazones ajenos, a los que les gusta que les escuchen y a los que hacen oídos sordos cuando les habla su madre, a los que atienden en clase y a los que tienden a dormirse, a los que se muerden las uñas, a los que arañan y a los que les van los muerdos, a los que hacen el amor y a los que les follan en un examen, a los que dicen "Hidalgo!" y a los que no beben (delante de sus padres), a los que solo beben whisky y a los que se beben hasta el agua de los floreros (florero incluido), a los que dejan huella y a los que borras con una goma Milán, a los que juegan, también a aquellos con los que juegan, a los que les gustaría jugar y a los que se quedan mirando, a los que fuman, a los que no y a los que aliñan el tabaco, a los vegetarianos, a los carnívoros y a los que se comen a besos, a los adictos al whatsapp, al vine, a la fiesta o a la lectura, a los que se acaban de conocer, a los que no se conocerán nunca, a los desconocidos que se miran y a los que se conocen pero se evitan, a los que cortan, a los que cosen y curan heridas, a los que muerden almohadas (y a los que no), a los que les van las tijeras y a los que les gusta solo el misionero, a los que hacen puenting y a los que deciden tirarse por un precipicio, a los que sienten, a los que lo sienten, a los que sientes y a los que no, a aquellos que se matarían si pudieran y a aquellos que ojalá no hubieran aparecido nunca, a los que viajan, a los que se quedan y a los que quedándose, se piran, a los que ríen, a los que lloran y también a los que se ríen llorando y a los que lloran riendo, a los amigos cabrones, a los amigos de verdad, a los follamigos y a todas las variantes de amigo con derecho a roce, a los que mantita y peli y a los que "me ha vuelto ese a ver", a los sabios y a los que hablan sin saber, también a los que tienen complejo de yoyó y no saben cuando enrollarse y cuando desenrollarse, a los que no saben como despedirse y a los que se cagan encima por miedo a empezar una relación, a los que miran a los ojos cuando te hablan y... bueno también a los que miran a las tetas, a los que "uf que culo" y a los que "lo importante está en el interior", a los sensibles, a los hijos puta y a aquellos a los que abrazarías toda la vida si pudieras, a los que pierden el norte y buscan el sur, a tí que me estás leyendo o a ti que has pasado de llegar al final...
A todos vosotros: atreveos. ¿A qué? A todo.

viernes, 28 de febrero de 2014

Una historia en Nueva York

Son las 15:33. Está sola, como siempre, pero acompañada por el último número de la revista Cosmopolitan, unos preciosos Louboutin y, por supuesto, el último bolso de Chanel. Cualquier diría que realmente está... so-la.

-Café solo, por favor.

Supongo que lo amargo de dentro también se ve reflejado por fuera. Las gafas de sol reposan en la mesa, quiere esconder su mirada a los demás... tal vez por eso la sombra de ojos sea demasiado oscura para unos ojos tan claros y que últimamente no son tan cristalinos como antaño. 
¿Qué esconde esa triste sonrisa?
Sus uñas van a juego con sus ojos y si los ojos son el espejo del alma... ésta debe estar muy negra y apagada o tal vez tan sólo esté rota.
Aún la recuerdo feliz, con su risa fuerte y aguda, con sus mil historias que contar. 
Tan sólo estoy dos mesas separado de ella y ni siquiera ha levantado la vista de su café ni de su revista. Y me parece extraño que nadie más en este lugar se haya dado cuenta de su presencia atormentada, yo no puedo apartar la vista de su larga melena rubia. 
Teñida o no, parece oro y nadie más se ha dado cuenta de que el sol que se cuela por las cortinas hacen que brille más de lo normal.

El sonido de sus tacones pisotean mi ensimismación y con cautela la observo salir y enfrentarse al duro invierno de Nueva York, pide un taxi y se va, sin reparar en mi existencia (o sin querer reparar en ella. No la culpo, yo tampoco me miraría si estuviera en su lugar)
Y así cada día. 
D-í-a tras d-í-a. 

Llevo encontrándome con ella 7 meses seguidos, todos los días, menos los domingos, en este café cerca de Central Park. Se ha convertido en uno de esos extraños que se acoplan de repente en tu rutina, y yo creo que mis cafés ya no saben igual si sus piernas no se pasean por mi derecha ni si su colonia no acaricia mis fosas nasales. Me gusta observarla, porque es diferente a todo cuanto puedes mirar en esta enorme ciudad llena de personas, que vienen y van, que te roban el taxi y hacen que te retrases para llegar a esa reunión. Me gusta, ya no sólo mirarla, sino admirarla. Eso si, desde lejos, desde la distancia prudente de dos mesas, desde la distancia prudente de dos manzanas a la izquierda o desde mi loft, en Brooklyn, cruzándome media ciudad en metro.

¿Cobarde?
Lo admito. Pero, otro día más se ha dejado olvidadas las gafas de sol y tengo exactamente 4 minutos y 36 segundos antes de que aparezca otra vez... así que voy a ello.
Bolígrafo y servilleta.

"Un consejo: no prives a la ciudad de Nueva York de unos ojos tan bonitos."





lunes, 24 de febrero de 2014

Carta a todas tus catástrofes

No sabes cómo, dónde ni por qué. Solo sabes que de repente, tú no eres el mismo, que la ciudad ha cambiado o que quizás el que ha cambiado eres tú.
No sabrías decir a ciencia cierta si los acontecimientos te han moldeado o si ha sido tu molde el que se ha adaptado a ellos pero lo importante es, que de repente, piensas las cosas de otra manera, ves la ciudad de manera distinta, los que te rodeaban han desaparecido y no sabes si la culpa es tuya o la vida simplemente te está dando la oportunidad de abrirte, o la oportunidad para perderte para siempre, tu mirada es desafiante pero curiosa y tu corazón... ni siquiera sabrías qué decir sobre él, porque hace tiempo que escuchas a tu mente.
No sabes en qué te has convertido, o te han convertido. "Yo no soy así" te gritas por dentro hasta rajarte las entrañas pero... ¿no lo ves? tu reflejo es el mismo, tus ojos son iguales, tus dientes sonríen igual... es tu risa lo que ha cambiado, o lo que te ha cambiado, o lo que te han cambiado. Tampoco tienes ni idea para hablar de eso.
Das pasos firmes, o lo intentas, y ya no te ríes de tus fallos. ¿Tanto dolor tienes para no mirarme? ¿Para no perdonarte?
A lo mejor lo único que pasa es que de repente te crees autosuficiente y das por hecho que no necesitas a nadie más. Pero entonces explícale por qué cada noche te sientes en deuda si no le das las buenas noches, explícale entonces por qué a pesar de ser un cobarde no desapareces, explícale por qué sigue siendo el rostro de tus cuadros.
Te secas las lágrimas con rapidez y furia pero por dentro te inundas. Te peinas pero tu aspecto no te importa. Le sonríes, porque quieres mantenerla atada de pies y manos, pero en realidad hace tiempo que el valor de una sonrisa perdió sentido para ti. Te prometiste cambiar, y lo hiciste, pero te equivocaste de sentido. Tú no querías no querer, pero creo que es tarde.
Porque la muralla de hielo hace tiempo que te rodeó por completo. Es tarde porque ya hace tiempo que tus ojos tienen ese brillo oscuro. Es tarde porque te has dejado dominar por el miedo, ese que crees haber superado, ese que te hace decir cosas que no piensas, ese que ha hecho que la única persona en la faz de la Tierra capaz de aguantarte, se ahogase con tus icebergs.

¿Te arrepientes? Lo siento, vuelves a llegar tarde. No esperes de mis latidos, hace tiempo que me tinté de negro gracias a ti. No esperes que mis consejos vuelvan, hace tiempo que se fueron a tomar viento, literalmente, pues se fueron volando hacia aquellos cuerpos dispuestos a escucharles.
Con la mano derecha me arrancaste y yo con la izquierda te digo adiós. Maletas hechas. No esperes perdón.

Atentamente;
aquel al que solías llamar "corazón"

miércoles, 12 de febrero de 2014

Para él siempre es invierno

¿San Valentin? No, lo cierto es que él no creía en eso.
*Desde hacía pocos meses, también es verdad*
Cada vez que miraba, decía con los ojos que en lo único que él creía era en el Invierno, un invierno extendido durante todo el año, solía recalcar.
Cuando la gente le preguntaba sobre aquello él se limitaba a encogerse de hombros y a sonreír, siempre había sido un chico de pocas palabras, mientras que del frío, se le helaban las entrañas.
Siempre había sido muy normal, no pintaba, no escribía, no hablaba inglés y, sin dudarlo, lo suyo no era cantar pero tenía una risa capaz de derretir el mismísimo Polo Norte, una lástima que siempre luciera una sonrisa gélida.

Llevaba dos décadas esperando, y seguía sin saber el qué o a quién y por ello se aficionó al Jazz, inmejorable compañía para sus noches de desvelos. A ritmo de un saxofón, se proclamaba como el único ser despierto en la ciudad dormida, una pena que no viviera en Nueva York, la que nunca duerme.
Se tomaba cinco cafés al día, desayuno, almuerzo, merienda y los dos imperdonables de la 1:37 y las 2:24 y miraba al infinito una media de 15,7 veces y no, no sé en qué piensa pero de vez en cuando se pierde en mí, y a eso si que no le buso motivos porque no los quiero, a mí me pasa igual.

 Lo cierto es que es la única persona a la que le queda bien el viento en las pestañas, los cortes de pelo espontáneos, la barba de 3 días, la sonrisa ladeada, los colmillos afilados, los ojos cansados pero la mirada verde. También le quedan bien las manos frías, la nariz roja y las botas empapadas, los apuntes revueltos, los nervios por el fútbol y la risa vergonzosa.

Ella sabía que no dormía bien porque sus ojeras le delatan, sabía que le encanta leer y rascarse la oreja izquierda cuando piensa, sabía que se moría de ganas y también de miedo, sabía que es un cabezota y que no siempre el aire contaminado le sienta bien, sabía que la mataría si pudiera, algo así como... un crimen de amor.
Y lo cierto es que ella era como él, un alma gélida y responsable de miles de miradas cruzadas entre las gotas de lluvia al cruzar la avenida. Ella sólo quería encontrar cobijo en sus abrazos o, de no poder ser, en su coche de camino a casa.
Ella llevaba también casi una década esperando con la pequeña diferencia de que ella sí sabía a qué, pero lo más importante: sabía a quién.

¿Pero y es que ella no se cansa?

"Si no tardas mucho, te espero toda la vida..."
Tatuado en su costado izquierdo.

lunes, 10 de febrero de 2014

Eres arte.

Soy un desastre, y creo que no descubres América al decirte esto. Sí, soy un desastre de la cabeza a los pies pero si fuera un árbol, sería un sauce llorón, para darte cobijo bajo mis ramas.

¿Nunca te he hablado de la paz que me transmiten esos árboles? Quiero que esa paz llegue a ti, y si hace falta, me transformo en árbol, para ti.
O en césped recién cortado, o en olor a gasolina.
Lo que tú quieras, lo que más te guste.

Sí, soy un desastre y si he venido hasta este portal sin paraguas es porque quiero que me recibas con una tormenta de besos, que de rayos ya tenemos suficiente con la que está cayendo ahí afuera.
Si... soy un desastre, que no tengo nada ordenado, ni siquiera mis ideas más arraigadas pero supongo que eso es lo que me hace diferente. Sí, el hecho de olvidarme de las cosas más terrenales tiene un motivo, y es porque prefiero acordarme de rozar el cielo con las puntas de mis dedos cuando te miro a los ojos. A veces marrones, a veces negros, depende de lo que se me haya olvidado ese día, pero normalmente sé como hacerlos oscurecer (haciendo que cierres tus párpados para contemplarte por dentro, obvio)

Sí... soy un desastre pero adoro tu risa cuando, con el pelo mojado y la toalla sujetada por mi mano derecha, salgo a recibirte (descalza) y miro la hora mientras resoplo diciendo "No puede ser... hace nada eran las 4 de la tarde." Sí... no tengo cabeza para nada y para no perderla prefiero apoyarla en tu hombro y que sea tu barbilla la que la sujete, acompasada con tu respiración.

Lo único que odio de llegar siempre tarde son los minutos que me auto-robo de estar contigo, será por eso que lo único que quiero es atraparte con mi Polaroid y hacer un collage con tus mejores muecas y colgarlas de la lámpara de mi habitación, para que así de paso seas tu el que me ilumine y el primero que vea mi cara de dormida cuando suena la alarma al despertar.

Lo bueno de olvidarme de lo que iba a decir y acordarme a los pocos minutos, es darme cuenta de que todo lo que tenía que decir es que tengo miles de planes pensados, un montón de películas apuntadas en una lista kilométrica, que tengo un montón de anécdotas que contarte y que seguramente ahora, mientras camino hacia tu dirección me pase algo, y seguramente ese "algo" lo contaré con risas mientras te desesperas por saber qué narices hago un miércoles a las 21.40 por tus calles.
Y yo, por supuesto, lo haré encantada acompañándome a mi misma con aspavientos, voces altas y risas nerviosas porque sí, no puedes pretender escudriñarme con la mirada como lo haces y que no me ponga nerviosa.

Ni siquiera ahora mismo sé por qué te estoy recitando todo esto en alto porque la verdad es que me he saltado la mitad de todo lo que tenía pensado ¿ves? un jodido desastre, de la cabeza a los pies.

Sólo quería decirte que el escalón no es muy alto, que puedes andar hasta con los ojos cerrados y que como ya dice el refrán "Todos los caminos llegan a Roma" pero yo solo quiero que llegues hasta mí, por ahora no quiero a Italia, que para Coliseo ya está mi corazón (un poco en ruinas) pero siempre con visitantes pasajeros, fortuna la mía que tú sigas andando por sus galerías.

Si... soy un desastre pero, ¿tú has visto qué final?
Totalmente improvisado, qué bien me inspiras.

lunes, 3 de febrero de 2014

Lo bonito de los polos opuestos

Me encanta masticar el odio.
Es pesado y contundente.
Además puedes tragarlo y sentir como cae similar al acero en tu estómago.
El odio te deja respirar, no es como el miedo, que forma nudos en la garganta obligándote a frenar.

A veces, me gusta el odio.
Te da ansia, te da rabia, te da fuerza, te da adrenalina.

Me he fijado en que es curioso como el odio dilata las pupilas... al igual que el amor.
Por eso siempre he pensado que amor y odio son dos gemelos separados al nacer.
Y de vez en cuando se unen.
Y cuando se unen... te extasian por dentro.

Ambos te dan fuerza. Ambos te dan potencia. Ambos paralizan tu mente. Ambos te dan ansia. Ambos te dan adrenalina. Ambos te hacen apretar los dientes. Ambos te secan la garganta.

Lo malo del odio es que es débil.
Se deja aplacar.
Se desintegra con una caricia por el cuello.
Se desvanece cuando la piel de gallina se expande por todo el cuerpo.
Se va igual que vino. Rápido.
Porque el odio aparece, te quema y te consume. Como una cerilla.

Lo malo del amor es que no se deja aplacar.
No es débil.
Se agarra con fuerza.
Te estruja las manos.
Te araña por dentro.
Te humedece los ojos.
Te clava las uñas.
Se hace con el control.

Maldito amor... ojalá fueras odio...

Maldito odio... ojalá fueras amor...

Una historia en silencio

Está bien eso de que me tiemblen las manos, pero dame tregua porque te recuerdo que aún no te has atrevido a calentármelas en el bolsillo de tu Carhartt.
Está bien eso de que de repente el corazón se me salga del pecho y, sin venir a cuento, lo sienta en el estómago, mareando a esas mariposas aletargadas después de meses de profundo sueño. Le estás volviendo loco, y ya no quiere volver a estar cuerdo, que dice que lo echaba de menos... definitivamente, está loco. De remate. Por ti, o por la sensación de aliento cálido, ese que aún ni siquiera le ha rozado.
Está bien lo de tener que respirar por la boca porque por la nariz no me es suficiente, que mis pulmones se ahogan si los miras a la cara, aunque sea desde una foto. Pero te repito, dame tregua, que aún me estoy acostumbrando a eso de que tú no te acostumbres a que yo me acostumbre a ti. ¿Lioso?
R E L E É M E.

Pero con los labios. *Shhhh cállate maldito corazón. Dedícate a bombear sangre y devuélveme a la Tierra*

Está bien eso de que me crujan de frío las costillas porque quieran ese abrazo que aún tu no les has brindado. Pero está mal que se acostumbren a sentir ese frío, porque estarán a la espera de tu calor, y yo no me atrevo a decirles que a lo mejor, tú no llegas nunca.
Está bien eso de que haya hablado con Morfeo para que vigile tus noches. Si yo ya no quiero soñar por las noches, para eso tengo el día y mi manía de echar de menos eso que no tengo.

Echar de menos lo que no tengo... sí. Eso también me quita el sueño.

Está bien eso de ahogarse en un suspiro. Es como sumergirse. Salvo que ahora no hay olas, sino sensación de vértigo. Pero... ¿y eso está bien?

¡Salta! *¡Te he dicho que te calles!*

Que sí, que vale, que tengo miedo a saltar y caerme, que no sé de cuánto es la caída, que no sé si estarás abajo, que no sé si al verme caer huirás, que no sé si me curarás las heridas o me las abrirás más, que no sé si mi corazón se ha vuelto loco o soy yo la que no sabe estar cuerda, que no sé si brindar por mis errores o por los que cometería contigo, que no sé si con cerrar los ojos y respirar hondo conseguiré aletargar de nuevo a los huracanes de mi pecho, que no sé si de verdad quiero dormirlos o avivarlos, que no sé si te miro viéndote o te miro para vernos a los dos en un mismo iris, que no sé nada y no sé si quiero que me lo enseñes todo.

Como ves estoy perdida, y no se si encontrarte para encontrarme o perderme para encontrarte o si encontrándote nos perderemos los dos. Porque en el fondo me gusta la eterna duda. La eterna pregunta. La sensación de volver a empezar de cero.
Es gratificante. Lo de que me hayas reconstruido sin hacer nada, digo.
Te sales del molde y yo saco un pie del tiesto con sólo pensar en ti y no sé si es bueno o es malo. ¿Ves? No sé absolutamente nada.
Y ¿sabes? Lo mejor es que tú tampoco, pero aún no te has dado cuenta.
Como dice Fito, te doy el oro de mi tiempo para que te hagas un reloj, y cuando lo pongas en hora avísame para ponerme a las 12 en punto frente a tu puerta, para que a las 12.05 después de meditar llame al timbre y a las 12.15 ya hayamos perdido el miedo.

Dame tregua, me has arañado las entrañas.


viernes, 31 de enero de 2014

La Lady Madrid de Pereza

Supongo que no sabes que eres todas las cosas que eres.
Que te levantarás cada mañana sin saber qué ponerte e ignorarás por completo la mirada de ese estudiante de la Complutense, cuando te le cruzas en el intercambiador, que se queda extasiado con tus Converse, por no hablar de tus prisas y tu agobio sin igual.
Supongo que te levantarás y, como el 87% de gente pensarás "otro lunes más", sin darte cuenta siquiera de que alguien seguramente lleve todo el fin de semana pensando en el lunes, para verte.
Que desayunarás con prisas, porque los martes siempre te duermes tarde y los miércoles siempre llegan con retraso, sin darte cuenta de que si te acostaste tarde era porque con quien compartías conversación, no quería que se acabase.
Te mancharás con el café, con el colacao o con el nesquik, dependiendo del humor con el que te levantes, y maldecirás tu torpeza, pero no sabrás que alguien, no tan lejos de ti, se acaba de cambiar de camisa por el mismo motivo.
Que perderás el metro, llegarás tarde pero luego te colmarán de abrazos a la salida, porque no lo sabes, pero no sólo eres tu quién necesita a los demás.
Que luego llegarás a casa, comerás, leerás, te tomarás un colacao caliente mientras afuera en la ciudad, sigue lloviendo, como muy bien te recuerda ese cantante al que aprecias tanto. Y tu tarde te parecerá aburrida, pero lo que no sabes es que alguien, daría dinero por poder compartirla contigo.

Porque supongo, que ni aún sabes que eres todas las cosas que eres.
Eres ese pelo revuelto que algún alguien en algún momento querrá colocar detrás de tu oreja nada más levantarse.
Eres esas pecas que, para ti son un estorbo, pero para tu mejor amiga son motivo de retrato para sus fotografías.
Eres esa persona que no tiene ni idea del mundo, ni de la vida, ni de por qué cojones el amor tiene que ser tan duro. Pero ¿sabes? en el fondo ya sabes la respuesta para todo eso. Y sabes como pasar los días sin vivir al día, sino vivir para el día.
Eres esa sonrisa mañanera de los domingos, en los que sin ir a misa, das gracias a los que te rodean por haberte regalado una semana más su tiempo.
Eres música.
Eres sábanas blancas en pleno agosto.
Eres ese vaso de agua. Mejor dicho, eres la sed mezclada con las ganas de beber.
Eres electricidad cuando acaricias con tus dedos.
Eres esa composición acabada después de años de trabajo para un escultor.
Eres esa cadencia perfecta en un acorde de Re sostenido.
Eres el significado para muchas de tus canciones preferidas.
Y también, por supuesto, eres Madrid.




martes, 21 de enero de 2014

Poema del agua

"Me imaginé dentro. Con los ojos cerrados y la respiración lenta, muy lenta, l e n t í s i m a, empapándome en círculos, dirigiéndome al centro del torbellino, dejándome hundir...
Y era tan placentero.
Dejarse llevar, claro. Y también ahogarme, poco a poco, sin esfuerzo, casi sin darme cuenta, sin miedo. 

Sólo es agua. Y el agua me daba vida, ¿cómo iba a matarme?

Sólo ahogándote te das cuenta de que hay ciertas mareas por las que vale la pena dejarse llevar, y ya no sólo las físicas, las reales, las que hay en cualquier océano; sino también las que creamos día a día en nuestra realidad paralela.
Yo misma había creado un océano en mis pestañas, y así, cuando lloraba, lloraba mares.
También había un océano en mi mirada y, por supuesto, había alguien dispuesto a ahogarse en ella, conmigo, haciendo submarinismo, de la mano (o no), o a lo mejor sólo con observarme de lejos, sin pronunciar ningún tipo de palabra, el agua ya le llegaba a la cintura. 
Y ni siquiera luchaba por nadar.

También hay agua en las manos, pero muy pocos sabemos usarlas para quitar la sed, la mayoría sólo dan ansiedad o secan las gargantas de aquellos que se refugian en vasos de ginebra, sin hielos, caliente, para arder más en la soledad de un apartamento similar al mar muerto, sin olas, sin nadie que pasee por sus orillas, sin nadie que tome su sol. 

Y es triste, porque cada cuerpo es una playa privada, pero con la puerta abierta.
La cuestión no es cómo entrar, sino como salir cuando las olas se conviertan en tsunamis. 
Algunos están marcados con húmedas huellas en la arena, pero eso tiene fácil solución: pasear por encima de ellas.
Otros tienen marea alta, otros marea baja. 
Pero qué más da, si lo que importa es explorarla y enamorarte de cada ola, o del calor, o del frío, o incluso de esas medusas que con sus tentáculos te atrapan y al más mínimo movimiento te marcan para siempre.
Hay que tener cuidado con estas últimas.

A mi personalmente me encantan las mareas que me arrastran al fondo, porque eso quiere decir que me he entregado por completo. Voy a la deriva, sin bombona de oxígeno, sin aletas, porque lo único que quiero es llegar al centro, donde tu mar está mas revuelto, donde, de cierta manera, tu remolino también es mío.
Y hay muchas formas de adentrar en un océano ajeno. 
Por los ojos.
Por la mirada.
Por la boca.
Por las manos.
Por los brazos.
Por los pies.
Y también por una combinación de casi todas ellas.
Y es fácil descubrir cuando tienes acceso. 
Cuando esos ojos exploran tu mar.
Cuando esa mirada hace surf en  tus pestañas.
Cuando esa boca te sonríe y genera en tu estómago marea alta.
Cuando esas manos conectan con la tuya y, de cierta manera, los dedos moldean el agua. Como cuando abres el grifo y la dejas pasar entre los dedos.
Cuando esos brazos te arropan. Como cuando te envuelves en una toalla, muerta de frío, pero en esta ocasión, si te tiemblan los dientes no es por ninguna sensación térmica.
Cuando esos pies deciden pasear con los tuyos por tu orilla. O pasear tú con los suyos por la suya."

Y todo esto lo pensó mientras echaba tres cucharaditas de azúcar en su taza con té humeante, muy caliente, porque acababa de salir del mar de sus pensamientos.
Y se sonrió, como siempre hacía cuando descubría algo nuevo.
Y lo que había descubierto en esa fría mañana de Enero era que, casi sin darse cuenta, ya estaba a la deriva, sin frenos, sin aletas, sin bombonas de oxígeno.
Sólo ella y un océano enorme que estaba totalmente empeñada en explorar.