"La era de los prodigios"

viernes, 31 de enero de 2014

La Lady Madrid de Pereza

Supongo que no sabes que eres todas las cosas que eres.
Que te levantarás cada mañana sin saber qué ponerte e ignorarás por completo la mirada de ese estudiante de la Complutense, cuando te le cruzas en el intercambiador, que se queda extasiado con tus Converse, por no hablar de tus prisas y tu agobio sin igual.
Supongo que te levantarás y, como el 87% de gente pensarás "otro lunes más", sin darte cuenta siquiera de que alguien seguramente lleve todo el fin de semana pensando en el lunes, para verte.
Que desayunarás con prisas, porque los martes siempre te duermes tarde y los miércoles siempre llegan con retraso, sin darte cuenta de que si te acostaste tarde era porque con quien compartías conversación, no quería que se acabase.
Te mancharás con el café, con el colacao o con el nesquik, dependiendo del humor con el que te levantes, y maldecirás tu torpeza, pero no sabrás que alguien, no tan lejos de ti, se acaba de cambiar de camisa por el mismo motivo.
Que perderás el metro, llegarás tarde pero luego te colmarán de abrazos a la salida, porque no lo sabes, pero no sólo eres tu quién necesita a los demás.
Que luego llegarás a casa, comerás, leerás, te tomarás un colacao caliente mientras afuera en la ciudad, sigue lloviendo, como muy bien te recuerda ese cantante al que aprecias tanto. Y tu tarde te parecerá aburrida, pero lo que no sabes es que alguien, daría dinero por poder compartirla contigo.

Porque supongo, que ni aún sabes que eres todas las cosas que eres.
Eres ese pelo revuelto que algún alguien en algún momento querrá colocar detrás de tu oreja nada más levantarse.
Eres esas pecas que, para ti son un estorbo, pero para tu mejor amiga son motivo de retrato para sus fotografías.
Eres esa persona que no tiene ni idea del mundo, ni de la vida, ni de por qué cojones el amor tiene que ser tan duro. Pero ¿sabes? en el fondo ya sabes la respuesta para todo eso. Y sabes como pasar los días sin vivir al día, sino vivir para el día.
Eres esa sonrisa mañanera de los domingos, en los que sin ir a misa, das gracias a los que te rodean por haberte regalado una semana más su tiempo.
Eres música.
Eres sábanas blancas en pleno agosto.
Eres ese vaso de agua. Mejor dicho, eres la sed mezclada con las ganas de beber.
Eres electricidad cuando acaricias con tus dedos.
Eres esa composición acabada después de años de trabajo para un escultor.
Eres esa cadencia perfecta en un acorde de Re sostenido.
Eres el significado para muchas de tus canciones preferidas.
Y también, por supuesto, eres Madrid.




martes, 21 de enero de 2014

Poema del agua

"Me imaginé dentro. Con los ojos cerrados y la respiración lenta, muy lenta, l e n t í s i m a, empapándome en círculos, dirigiéndome al centro del torbellino, dejándome hundir...
Y era tan placentero.
Dejarse llevar, claro. Y también ahogarme, poco a poco, sin esfuerzo, casi sin darme cuenta, sin miedo. 

Sólo es agua. Y el agua me daba vida, ¿cómo iba a matarme?

Sólo ahogándote te das cuenta de que hay ciertas mareas por las que vale la pena dejarse llevar, y ya no sólo las físicas, las reales, las que hay en cualquier océano; sino también las que creamos día a día en nuestra realidad paralela.
Yo misma había creado un océano en mis pestañas, y así, cuando lloraba, lloraba mares.
También había un océano en mi mirada y, por supuesto, había alguien dispuesto a ahogarse en ella, conmigo, haciendo submarinismo, de la mano (o no), o a lo mejor sólo con observarme de lejos, sin pronunciar ningún tipo de palabra, el agua ya le llegaba a la cintura. 
Y ni siquiera luchaba por nadar.

También hay agua en las manos, pero muy pocos sabemos usarlas para quitar la sed, la mayoría sólo dan ansiedad o secan las gargantas de aquellos que se refugian en vasos de ginebra, sin hielos, caliente, para arder más en la soledad de un apartamento similar al mar muerto, sin olas, sin nadie que pasee por sus orillas, sin nadie que tome su sol. 

Y es triste, porque cada cuerpo es una playa privada, pero con la puerta abierta.
La cuestión no es cómo entrar, sino como salir cuando las olas se conviertan en tsunamis. 
Algunos están marcados con húmedas huellas en la arena, pero eso tiene fácil solución: pasear por encima de ellas.
Otros tienen marea alta, otros marea baja. 
Pero qué más da, si lo que importa es explorarla y enamorarte de cada ola, o del calor, o del frío, o incluso de esas medusas que con sus tentáculos te atrapan y al más mínimo movimiento te marcan para siempre.
Hay que tener cuidado con estas últimas.

A mi personalmente me encantan las mareas que me arrastran al fondo, porque eso quiere decir que me he entregado por completo. Voy a la deriva, sin bombona de oxígeno, sin aletas, porque lo único que quiero es llegar al centro, donde tu mar está mas revuelto, donde, de cierta manera, tu remolino también es mío.
Y hay muchas formas de adentrar en un océano ajeno. 
Por los ojos.
Por la mirada.
Por la boca.
Por las manos.
Por los brazos.
Por los pies.
Y también por una combinación de casi todas ellas.
Y es fácil descubrir cuando tienes acceso. 
Cuando esos ojos exploran tu mar.
Cuando esa mirada hace surf en  tus pestañas.
Cuando esa boca te sonríe y genera en tu estómago marea alta.
Cuando esas manos conectan con la tuya y, de cierta manera, los dedos moldean el agua. Como cuando abres el grifo y la dejas pasar entre los dedos.
Cuando esos brazos te arropan. Como cuando te envuelves en una toalla, muerta de frío, pero en esta ocasión, si te tiemblan los dientes no es por ninguna sensación térmica.
Cuando esos pies deciden pasear con los tuyos por tu orilla. O pasear tú con los suyos por la suya."

Y todo esto lo pensó mientras echaba tres cucharaditas de azúcar en su taza con té humeante, muy caliente, porque acababa de salir del mar de sus pensamientos.
Y se sonrió, como siempre hacía cuando descubría algo nuevo.
Y lo que había descubierto en esa fría mañana de Enero era que, casi sin darse cuenta, ya estaba a la deriva, sin frenos, sin aletas, sin bombonas de oxígeno.
Sólo ella y un océano enorme que estaba totalmente empeñada en explorar.

viernes, 17 de enero de 2014

Etapa non grata

No me das pena. La verdad es que ya no te necesito para nada, la maldita puerta lleva abierta meses y sigo sin entender que haces aquí. ¿No ves que me estoy quedando helada? Por favor, ¿te puedes ir?

Y no, ni se te ocurra coger las llaves.
Aunque bueno, la cerradura ya está cambiada.

Lo bueno de ti es que fuiste precisamente eso, bueno. Pero como los móviles de última generación y los productos de Apple, ya estás obsoleto y no te quiero aquí.

Renovarse o morir dicen.
Y yo ya estoy renovada, feliz, llena, feliz.

"Aún recuerdo esa canción. Creo que era de ese grupo que te gusta tanto, decía eso de Pasados unos meses, alguien me ajustó de nuevo. No sé por qué, pero creo que es idónea para describirte ahora mismo. ¿Es eso? ¿Yo ya no tengo hueco?"

Me gustan tus monólogos, tu tacto frío los días de lluvia, tu manía de aparecer de repente y ese intento de llevarme contigo otra vez. Sí, exacto. Lo has adivinado. Es esa canción, aún te acuerdas, que bonito. Todo un detalle.

¿Aún no lo has entendido? De eso se trata, de que no lo entiendas para que te quedes atrás y yo, pueda avanzar. Es exactamente eso. No quiero que me recorras, no quiero que te aferres a mí.

L A R G O.
Fuera de aquí.

A lo mejor estoy siendo dura. O a lo mejor es que ya no quiero saber nada de ti. A lo mejor es simplemente que me he hecho mayor de repente. No quiero ser mala, sólo quiero que me entiendas. Y que lo aceptes. Y que no me molestes más.
Ya te he dicho que fuiste bonito, precioso, cargado de momentos pero tú ya te has pasado.
Y es curioso porque te llamas precisamente así: Pasado. Y lo siento, pero tu nombre y tú, estáis condenados a desaparecer.
Sí, sigo siendo la misma, sigo llegando tarde a todos los sitios y sí, últimamente mi mirada es lo único que ha cambiado y la explicación está en esa canción que tan bien recuerdas. Estoy ajustada, todas mis tuercas colocadas, mi motor en marcha y mis ganas de ilusión están donde deben estar, a flor de piel, para que si roza mi mano se dé cuenta y las sienta también.
Y eso no es malo. Es bueno. Para mí.

"¿Y para él?"

Eso es algo para lo que no tengo respuesta aún. No te precipites. Presente aún no sabe nada, y Futuro aún no ha llegado.

"Sin embargo, en él si que piensas..."

Claro. ¿Quién no piensa en Futuro? No te pongas así, hubo un tiempo en el que tú también fuiste Futuro y por supuesto, también Presente.
Pero ya no.
Y la puerta sigue abierta.

"Echaré de menos tus idas y venidas, tu café frío en la encimera y la taza, una vez vacía, olvidada en tu habitación. Echaré de menos tus pelos de loca al despertar y tu cara de niña con pecas en verano. También tus dudas sobre como vestirte cuando te pones nerviosa y tu manía de gritar cada vez que ves unas Vans que te gustan. Tus despistes, tus torpezas y tu manera de mirarme, con cariño, antes de estar obsoleto, como lo estoy ahora. Me alegra verte feliz, estás tan ajustada... al fin y al cabo eso es algo que has aprendido por mí, por mi manía de aparecer y querer ser Presente otra vez."

No te pongas melodramático, yo ya disfruté de ti. Pero ahora eres Pasado y como Pasado que eres te debes ir. Te voy a cerrar la puerta asique por favor no llames al timbre.
Te quise y en su momento te dije "te quiero" cuando eras Presente y "te querré" cuando también fuiste Futuro. Pero ahora eres Pasado, asique "te quise" pero mi nuevo Presente ya no "te quiere".
Fue un placer conocerte. Que te vaya bien.

Y la puerta se cerró. En seco.
Y ella se sintió bien, cómoda en su piel y con las manos frías, como cada invierno.

"Y la vida siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido"

martes, 7 de enero de 2014

Querido diablo

Necesitó 7 mañanas, 7 tardes y 6 noches para aprender a respirar junto al 2014.
Percibía un aire denso y olía a pintura color verde pistacho, a rosquillas de su abuela y su sombra en el viento, ya había peinado varias veces su coleta al despertar.
Pero ella ya no quería más fantasmas, por eso aprovechaba para soplarlos junto al humo de los cigarros en el balcón a las 8.36 de la mañana.
El lienzo seguía en blanco, pero en su mente ya tenía listo el boceto, tan sólo le faltaban ganas
y un par de tragos al vodka que había sobrado el 1 de enero.
Hacía tiempo que no era capaz de volar, pero ya sentía como le habían vuelto a crecer alas.
"solo necesitas despegar..."
Pero el vacío seguía persiguiéndola en sueños y las aceras se convertían en precipicios, los abrazos en caídas libres y la mano que meses atrás la invitaba a coger el pincel, ahora sólo le indicaba el camino del infierno.
Lugar al que no descartaba ir puesto que últimamente por la capital hacía demasiado frío y ella ya había dejado varias bocas entreabiertas con demasiados pecados que contar.
Sábanas revueltas
Pies fríos
Camisetas anchas para dormir (ajenas) 

"Y qué más da, si yo ya llevo mucho tiempo conversando con los cubatas de ese bar. Lo único distinto es que ya he aprendido a navegar en los hielos"

Se había cortado el pelo y sus facciones estaban más marcadas. También sus ojeras y ese lunar de la mejilla. Pero también, en las últimas noches, se marcaba su sonrisa y sus dientes se asomaban entre sus labios e iluminaban un ápice de la habitación; sin lámparas.
Ella era más de luz de Luna, por eso de la palidez y su manía por recorrer cráteres y conquistar planetas en las miradas de los demás.
Era capaz de encontrar estrellas allá donde los demás sólo ven puntos lejanos. Siempre llegaba tarde a los sitios, y ni el café era capaz de esperarla humeante, cuando llegaba ya estaba frío, y a diferencia de muchos, a ella le daba igual. 
"Si sus ojos no fueron capaces de despertarme, ¿quién se iba a creer que lo haría un café? Frío, caliente, templado.. ¿qué más da? Si le voy a seguir echando dos de azúcar. O tres si me despierto alegre"
Por cosas así se ganaba el apodo de "desastre" por parte de su madre y de "diferente" por parte de los demás.
Pero ella sufría igual, lloraba igual, reía, bebía, bailaba y hacía el amor exactamente igual que los demás, incluso las noches en las que, borracha de nostalgia, no se atrevía a pronunciar esa palabra.
Era su fragilidad lo que chocaba, el cristal de su mirada y la calidez de sus abrazos lo que quizás, no pegaban con este mundo.
Pero ¿quién pega? Si ninguno somos grises y esta ciudad lo es cada vez más.

Había empezado el año con los labios rojos para dejar huella, la mirada perfilada, la sonrisa honesta, el alma fría y el pie derecho subido a un tacón de 12 centímetros, y desde ahí arriba quién iba a arañarle la tercera costilla de su costazo izquierdo ni la primera del derecho. Quién iba a recorrerse el camino de sus venas y aprenderse el mapa de su columna vertebral.
Que su boceto llevaba acabado tiempo porque le sobraban las ganas, se las había tatuado junto a las lecciones, los precipicios tenían suelo medio metro más abajo, las caídas libres tenían paracaídas y las visitas al infierno sólo serían para gritarle al mismísimo diablo: "Al diablo contigo"
Bueno y también para calentarse las manos
No se había dado cuenta, pero hacía tiempo que ya estaba volando.