"La era de los prodigios"

miércoles, 12 de febrero de 2014

Para él siempre es invierno

¿San Valentin? No, lo cierto es que él no creía en eso.
*Desde hacía pocos meses, también es verdad*
Cada vez que miraba, decía con los ojos que en lo único que él creía era en el Invierno, un invierno extendido durante todo el año, solía recalcar.
Cuando la gente le preguntaba sobre aquello él se limitaba a encogerse de hombros y a sonreír, siempre había sido un chico de pocas palabras, mientras que del frío, se le helaban las entrañas.
Siempre había sido muy normal, no pintaba, no escribía, no hablaba inglés y, sin dudarlo, lo suyo no era cantar pero tenía una risa capaz de derretir el mismísimo Polo Norte, una lástima que siempre luciera una sonrisa gélida.

Llevaba dos décadas esperando, y seguía sin saber el qué o a quién y por ello se aficionó al Jazz, inmejorable compañía para sus noches de desvelos. A ritmo de un saxofón, se proclamaba como el único ser despierto en la ciudad dormida, una pena que no viviera en Nueva York, la que nunca duerme.
Se tomaba cinco cafés al día, desayuno, almuerzo, merienda y los dos imperdonables de la 1:37 y las 2:24 y miraba al infinito una media de 15,7 veces y no, no sé en qué piensa pero de vez en cuando se pierde en mí, y a eso si que no le buso motivos porque no los quiero, a mí me pasa igual.

 Lo cierto es que es la única persona a la que le queda bien el viento en las pestañas, los cortes de pelo espontáneos, la barba de 3 días, la sonrisa ladeada, los colmillos afilados, los ojos cansados pero la mirada verde. También le quedan bien las manos frías, la nariz roja y las botas empapadas, los apuntes revueltos, los nervios por el fútbol y la risa vergonzosa.

Ella sabía que no dormía bien porque sus ojeras le delatan, sabía que le encanta leer y rascarse la oreja izquierda cuando piensa, sabía que se moría de ganas y también de miedo, sabía que es un cabezota y que no siempre el aire contaminado le sienta bien, sabía que la mataría si pudiera, algo así como... un crimen de amor.
Y lo cierto es que ella era como él, un alma gélida y responsable de miles de miradas cruzadas entre las gotas de lluvia al cruzar la avenida. Ella sólo quería encontrar cobijo en sus abrazos o, de no poder ser, en su coche de camino a casa.
Ella llevaba también casi una década esperando con la pequeña diferencia de que ella sí sabía a qué, pero lo más importante: sabía a quién.

¿Pero y es que ella no se cansa?

"Si no tardas mucho, te espero toda la vida..."
Tatuado en su costado izquierdo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario