"La era de los prodigios"

viernes, 5 de diciembre de 2014

Vol. 1 "Reflexiones sobre diciembre"

Llega Diciembre y parece que todos nos ponemos ese antifaz que nos hace ver las pequeñas cosas, bueno y las grandes también, con otros ojos.
Creo que siempre he sido muy de fijarme en las pequeñas cosas y de disfrutar al máximo, o al menos intentarlo, de esos pequeños detalles y placeres que puedo tener en un día normal. La verdad creo que es un don que todos deberíamos de explorar y explotar porque hasta el día más torcido, el día más gris puede tener luz, como si cogiéramos una varita y dijéramos "Lumos".
20 años y sigo sin entender por qué me gusta tanto el último sorbo de un café, del de por la mañana, el de después de comer o incluso uno a las 8 de la tarde que no te va a permitir casi ni dormir.
No entiendo por qué me maravillo tanto ante los ojos de la gente, supongo que será porque he aprendido a entrever miradas preciosas en ojos cansados, en ojos tristes y por supuesto, en ojos alegres.
Lo de mi obsesión por el azúcar si lo entiendo, el echar esa cucharada al café o a la leche sola provoca un efecto de en-dul-za-mien-to que hará de mi mañana una mañana redonda, y si tengo suerte, el día entero se convertirá en un círculo perfecto.
Supongo que también me gusta como los dedos se entrelazan con otros cinco dedos distintos a los tuyos y ves que encajan más o menos a la perfección y que ese más o menos es lo que lo hace perfecto.
También me encantan los guiños de ojos y sobre todo los guiños de ojos de esas personas que no saben guiñar el ojo.
Me encantan los lunares, de hecho, adoro el lunar que tengo en la parte alta de mi espalda; es como un ojo que me advierte de todo lo que me pueda venir por detrás, pero aún así sigo dando palos de ciego.
Me encanta el invierno y la relación que establecemos con el sofá, esa relación sofá-manta-persona que nos protege todos y cada uno de nuestros recovecos del frío helado de diciembre... pero por eso diciembre es bonito porque el frío siempre va a tener la compañía de algo, y sobre todo de alguien, y es que el frío compartido es el calor más bonito.
Me gustan los cielos de esta época del año. Esos cielos encapotados, esos cielos azules con un sol que no calienta y esos rayos de luz que, de repente, si lo hacen. Me gustan las sombras y me gusta ir buscando la luz poquito a poco, como los girasoles. Me gustan las hojas que se caen de los árboles sin prisa, enredándose a veces en el pelo, y me gustan los árboles desnudos completamente, que sin vergüenza nos enseñan su esqueleto marrón.
Me gusta Madrid y el vaho que se escapa entre los labios cuando se habla. Me encanta que todos nos convirtamos en fumadores de vaho. Me encanta la gente que absorbe vida a través de sus labios, me encantan las personas que se beben con cautela el alma de los que le rodean, no como algo malo, sino como algo de lo que aprender porque ciertamente en el alma, es donde nos encontramos realmente con lo que es la otra persona, esa esencia que nos distingue de unos y nos acerca irremediablemente a otros.
Me gusta diciembre y me gusta la Navidad, pero no la navidad como festivo ni con lo relacionado con aspectos metafísicos, me gusta la Navidad como mentalidad. Me encanta observar como las personas sonríen de manera especial, con una sonrisa que no han tenido durante el resto del año. Me gusta diciembre porque te empiezas a plantear todo lo que has hecho durante este año y, a pesar de la creencia generalizada de que estas introspecciones sólo van a traer lecturas negativas, la verdad es que si nos esforzamos la balanza se inclinará hacia el lado de las cosas buenas y sacaremos aprendizajes por doquier, leyendas que contar y experiencias que añadir a ese cuaderno de bitácora que se empezó a escribir desde el día 0.
Me gusta diciembre porque creo que nos hace a todos un poquito mejores y lo que más pena me da de diciembre es no ser ese "poquito mejor" durante todo el año.
Me gusta diciembre porque tengo ganas de querer, de querer mucho y de querer bien. Me gusta diciembre porque creo que me acerca a las personas como nunca me he acercado a ellas, a pesar de que durante todo el año lo intente. (y muchas veces lo consiga)
Me gusta diciembre porque son esas vacaciones que te renuevan por dentro, y no es que este infravalorando a las de verano, pero creo que éstas gélidas vacaciones tienen un encanto especial por el simple hecho de que nos pilla a todos en ese momento en el que necesitamos un respiro, una bocanada de aire que nos obligue a continuar y que nos susurre al oído "Tranquilo, el nuevo año está a un paso y sólo tienes que atreverte a darlo y a darlo con fuerza" 
Me encanta esa noche de felicidad absoluta que puedes disfrutar de mil maneras distintas, el 31 de diciembre es la noche más mágica del año, es la noche que nos permite desnudarnos completamente y al 100% por dentro y en ese momento en el que estamos brindando con champán es cuando de verdad nos damos cuenta de qué es lo que queremos, de qué propósitos vamos realmente a cumplir dentro de esa lista de cientos y cientos que ya tenemos realizada. Es en ese momento exacto en el que decidimos el rumbo de nuestros próximos 365 días, que luego por supuesto irá cambiando según vayamos cambiando nosotros, pero siempre llegaremos a fines que nos hagan sentir un poco más vivos.
Me gusta diciembre porque creo que está lleno de ilusión, de ganas, de esfuerzo, de luz. Me gusta porque está lleno de paseos, de rincones, de conciertos, de monólogos, de ballets, de óperas, de guantes, de gorros de lana, de sonrisas y carcajadas, de chocolate caliente, de manos frías, de Plaza España, de Sol, de Callao, del Palacio Real, de familia, de amigos...
Diciembre está lleno de ganas de respirar, creo que de hecho los meses deberían ser: enero, febrero, mazo, abril, mayo, junio, julio, agosto, septiembre, octubre, noviembre y RESPIRAR, porque es ahora cuando los pulmones se llenan de pilas nuevas recién cargadas, de ganas de hacer las cosas de otra manera o por el contrario de no cambiarlas por nada.
Compartirnos en pequeños fascículos para evitar sobredosis y dar siempre lo mejor de nosotros es algo que deberíamos tatuarnos todos por dentro para que al cerrar los ojos, sea lo primero que nos venga a la mente.
En definitiva, pienso que este mes puede estar lleno de cosas buenas si las buscamos bien, que no nos tiene que importar mancharnos las manos con barro si debajo de la tierra se encuentra algo que merezca la pena. Que si tenemos que escalar una montaña la escalemos y si no encontramos a Mahoma le buscamos y si la aguja del pajar nos da problemas, será porque no tenemos que buscarla ahí.
No es tarea fácil recomponerse, pero siempre habrá alguien que en los momentos de rotura de huesos nos los suelde uno a uno, sólo hay que abrir los ojos y perder el miedo a hacer equilibrios en la cuerda floja, porque en realidad no hay caída debajo, sino suelo de cristal.

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