Intenté de todo.
Absolutamente de todo.
No faltó nada, salvo tú, por supuesto.
Lo hice todo por olvidarme de todo
y quedarme en nada.
Repoblé mil jardines
y en vez de salir flores, crecieron fotos.
Jardines de recuerdos.
Naturaleza de olvidos.
Cervezas vacías y ceniceros llenos.
Con tus cenizas. Con las mías.
Con las nuestras, si es que eso tuvo alguna vez sentido.
¿Lo tuvo?
Ojalá nunca nada hubiera sucedido.
Faldas de volantes y tequila.
Limón y sal para las heridas.
Que curen, que escuezan
Que cicatricen, que dejen marca
como tus huellas y tus dedos en mi espalda.
No sé qué hacer conmigo
si ya no recuerdo lo que era beber para celebrar.
Últimamente lo mío es beber por beber
y por supuesto, beber para olvidar.
No sé que hacer contigo
si ya no recuerdo como era llegar hasta tu ombligo.
O lo de subir al quinto pino con tu séptimo beso.
¿Recuerdas todo eso?
Yo ya no.
Hace tiempo que me he acostumbrado a vivir en el olvido.
Y me gusta. Hay cerveza y muchos discos de vinilo.
Para encontrarme cuando anochezca
o para perderme en un suspiro.
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