"La era de los prodigios"

miércoles, 29 de octubre de 2014

Amistad es esto.

Ninguna de las dos sabía cómo habían llegado a la cima. No sabían si la habían escalado o si simplemente se habían avalanzado sobre ella lanzándose al vacío desde un paracaídas.
Pero, ¿y qué más daba?
Lo importante es que no había habido golpe. Ni daño. O a lo mejor lo importante es que a pesar de reconocerse la una en la otra con la cara un poco desencajada y el alma en standby ellas dos seguían siendo.
Después de todo.
Después de nada.
Después de mucho.
Después de poco, porque siempre se puede vivir más.
A lo mejor lo realmente importante es que a pesar de estar rodeadas de nieve, conseguían fundirla. Con sonrisas. Con lágrimas. O a lo mejor es que ellas eran la nieve y se fundían la una en la otra cada día un  poquito más. A lo mejor los demás eran la montaña que acababan de escalar.
A lo mejor lo importante es que a pesar de la falta de oxígeno, habían visto salir el sol. O a lo mejor lo importante es que el frío las daba calor, por eso de conseguir abrazarse cuando los días amanecían a bajo cero y el mercurio de sus termómetros indicaba "-1.000 ganas de comerme el mundo hoy."
Sabían manejar el clima y pronto aprendieron a convertirse en hielo cálido. Ese que nadie jamás era capaz de conseguir, porque o se pasaban de frío y acababan rompiéndose, o se pasaban de calor y se cocían. Nadie jamás habría de conocer algo así.

Las miradas de extraños en el metro mientras se contaban todo sin hablar, eran su pan de cada día y ellas se transformaban a la vez en miga o en corteza, dependiendo del ánimo de la otra. Se turnaban en la labor de pañuelo cuando una de ellas no era capaz de contener el mar o en la tarea de convertirse en psiquiatra enloquecido cuando llegaba la hora de irse de cervezas por Madrid para olvidar. O para no recordar el motivo de las risas de esa noche.

La ciudad les había fotografiado desde todos los puntos de fuga y ángulos posibles. En algunas fotografías no hacía falta ni flash porque brillaban con luz propia... una de sus mayores diversiones era la de hacerse pasar por Lady Madrid mientras la noche de la capital les regalaba anécdotas de esas que no se deben contar. En algunas de aquellas fotos salían distantes y en blanco y negro, pero el paso de los meses revelaba nuevas fotos a pleno color en un fatídico mayo lluvioso o en un agosto demasiado caluroso.

Sabían ir y venir pero sobre todo sabían volver allí donde se les quería sin necesidad de hacerlo. Sabían volver en el momento exacto, porque para ambas lo más importante es tender la mano cuando la otra se está viniendo abajo, lo demás carecía de importancia.
Se querían como nadie y se enfadaban como todos.
Eran iguales y totalmente opuestas pero sabían de sobra cuando una cerveza, un tinto o un gintonic tendría la capacidad de arreglar el mundo... o a ellas.
Estaban encantadas de haberse conocido y la casualidad (y la causalidad) estaba orgullosa de haber creado su encuentro.

Y es que no hay nada más bonito que ser a la vez que alguien. No hay nada más bonito que coincidir con un tú en el cuerpo de otra persona. No hay nada más bonito que brindar con alguien y con motivo. No hay nada más bonito que una borrachera con lo que es tu 50%.
No hay nada más bonito que una adolescencia compartida y por supuesto, esos guantazos de la vida, que duelen menos si hay alguien que hace de airbag.

Gracias por ser mi cometa cuando quería hacerte volar.
Gracias por ser mi paracaídas cuando caí.
Gracias por ser uno de mis motivos para brindar.
Gracias por ser uno de mis objetivos a mantener en cada año nuevo.
Gracias por ser B y a veces P y por ofrecerme opciones siempre de la A a la Z.
Gracias por dejarme ser tu 50% y tu yo encontrado en mi.
Gracias amiga.















Te quiero, pequeña de las dudas infinitas. 




martes, 14 de octubre de 2014

Te "odio"

Era otoño. Octubre. Un Octubre gris disfrazado de invierno. El aire cortaba mis piernas a la altura de mi minifalda. El viento silbaba al pasar entre mis tacones. La lluvia caía débil sobre uno de mis hombros, que se dejaba ver entre mi bufanda y mi chaqueta gris. Desnudo. Pálido. Helado.
No había sol. Ni luna. Ni estrellas. Ay... la contaminación.
El vaho se escapaba por mis labios entreabiertos, secos de tanto suspirarte.

Creo que voy a derramarme. Es el riesgo de voltearme, subirme, bajarme y obligarme a hacer equilibrio al borde del precipicio... o ¿es que te piensas que el cristal nunca se rompe?
¿que el vaso nunca se derrama? ¿que no existen las gotas de más? ¿que no vas nunca a colmarme?
Que me dejas con el otoño y vuelves en primavera, cuando ya la tempestad ha pasado. Me dejas en esta calle sin salida, fumándome mi último cigarro y de repente aparecerás de nuevo, pidiendo fuego y yo sin respuestas y por supuesto sin preguntas, me encenderé sin más, prendiendo tus recovecos.

Y volverá a ser primavera y nos habremos vuelto a saltar esa conversación que jamás tendremos. Volverás, como las golondrinas de Bécquer, guitarra en una mano y cerveza en la otra y me dibujarás un Madrid cálido, sin lluvia, porque a ti lo de mojarte... no te va. En ninguno de los sentidos.
Me mirarás de reojo, con o sin gafas, y miope me besarás frunciendo el ceño mientras me lavas por dentro. Y yo no sabré decir que no. Ni que sí. Simplemente no sabré que decir. Y me interpretarás a tu modo. Me cuidarás un mes, quizás dos y quién sabe si para cuando toque compartir manta te habrás marchado o seguirás aquí, amenizando mis mañanas.

Mientras tanto vuelve a ser Octubre. Otro Octubre gris disfrazado de invierno. Lo cierto es que no te sienta mal el frío... Se te empañan las gafas y las gotas de lluvia resbalan por tu cara... es un bonito cuadro... podría pintarte sin cansarme...
Abrigada hasta el cuello te veo venir y al menos el abrigo me protegerá de futuros golpes.
Eso creo. O eso me gustaría creer.

Has tardado meses en venir, pero vuelves.
Desapareciste, pero vuelves.
Me derramaste, pero vuelves.
Me rompiste, pero vuelves.
Me colmaste, pero vuelves.

Te "odio" pero vuelves.





"Te odio como nadie en este mundo te odiará.
Te odio como no se puede odiar a nadie más"

viernes, 10 de octubre de 2014

C'est la vie

¿Dónde estarás esta noche? - me preguntabas un sábado más y yo no sabía qué decir. Odiabas mis respuestas versadas y mis versos sin rima.
Por ahí - sin atreverme a mirarte a los ojos. Una respuesta demasiado banal para un encuentro demasiado casual.

Como siempre que me encontrabas de casualidad andando por Gran Vía, bajo la lluvia. Por supuesto sin paraguas. A veces he llegado a pensar que aparecías para salvarme pero aún no sé de qué.
Siempre te acercabas sonriendo y yo calada hasta los huesos, y no siempre por el agua, deseaba un gesto que me devolviera el calor. Sonriendo. Siempre sonriendo... y tu sonrisa casi iluminaba más que todos los faros de esos coches, que ajenos a nuestro encuentro, subían y bajaban por la columna vertebral de Madrid.

Por ahí no es una respuesta - sonreías.
Siempre con esa mueca en tu cara. Siempre tus labios curvados hacia arriba. Siempre esa risa silenciosa.
Y esos ojos marrones que a veces decían lo contrario a lo que expresaba tu cara. Nunca supe interpretarlos. O a lo mejor eras tú el que no quería que lo hiciera.
Y supongo que seguimos igual. No sé cuanto tiempo después.
Tú preguntas y yo intento responder.

Pero creo que hemos aprendido a andar al compás. O que tú te has acostumbrado a mis pasos lentos por mi manía de querer mirar todo cuanto tengo alrededor. A lo mejor, incluso, he sido yo la que ha acelerado los suyos por tu manía de querer ver todo al mismo tiempo.
Supongo que como todas las cosas que no tienen mucho sentido, continuamos siendo. Sin más. O quizás con mucho. Que no nos entendemos ni queriendo, pero sin querer nos entendemos de vez en cuando y el resto de veces nos averiguamos y me gusta enfocarte con mi Polaroid... siempre sales natural.
Como un par de locos siempre echamos a andar sin rumbo y cuando nos perdemos siempre dices que te sientes como en casa pero lo que no sabes, es que desde que apareciste de casualidad, hogar es allá donde vaya contigo. Y ni siquiera sé como hemos llegado a este punto, pero que bien saben los cafés en pleno invierno cuando hay alguien con quien compartirlos.
Y las cervezas ya son de otro mundo.

"Es de locos... no me creo la mitad... tú tampoco... muérete ya."
Pero como nos encanta enfadarnos. Y no comprendernos. Y acabar y empezar y volver a acabar empezando o volver a empezar acabando... como una pescadilla sin fin que se muerde la cola.
Supongo que ya no sé ser sin tus idas y venidas. Supongo que ya no sabes ser sin mi voz cantándote al oído, sin mis frenos y a veces sin mi acelerador.

¿Dónde estarás esta noche?

Donde quiera que estés tú.

¿Y si no estoy?

La casualidad hará de las suyas.







Y acabamos entrelazados en un bar de La Latina.
Por casualidad.