"La era de los prodigios"

martes, 2 de diciembre de 2014

Bocado a bocado


Y escuchando esto decirte. Sin más. Deletrearte. Sin letras. Sin palabras. Sólo con los ojos.
Porque la noche es para los amantes, los poetas y los músicos, y la vida a veces se resume en encontrar sin saber cómo ni por qué a alguien que consiga que te conviertas en las tres cosas a la vez.
Sin darte ni cuenta te descubrirás tocando esta melodía en sus costillas.
Sin darte ni cuenta le arroparás cada noche, serás su suspiro y su ventana abierta para ventilar los malos humos.
Casi por sorpresa te pillará el invierno componiéndole esta canción, que no tiene nombre, solo alma.
Ni que eso fuera poco.
Le tatuarás mil sueños incomprensibles en el costado izquierdo y al son de sus latidos inquietos aspirarás el aire de sus pulmones y comprenderás que hasta ese momento no habías respirado aire más puro.
Aunque estuviera cargado de suspiros.
Sin darte cuenta le escribirás "los versos más tristes" y la manecilla del reloj se ralentizará mientras nervioso, los recitas.
Te convertirás en cama deshecha, en infiel y en amante de sus recovecos. Desearás esconderte en ellos cada día gris y sólo verás la luz cuando con la mano derecha coja su mechero azul y encienda esa varilla de incienso que te transporte al país de las maravillas, ese que tanto frecuentas solo con hacerla cerrar los ojos.
Te darás cuenta, sin venir a cuento, que todo se hace más interesante desde el momento en el que abre la boca y sin articular palabra, te narra la historia de aquel caos que con un moño despeinado se comía el mundo.
Y que a veces se lo sigue comiendo. Sin patatas, pero si con algún que otro aditivo.
Se convertirá en La Maga de Julio Cortázar y en los Cien años de Soledad mejor acompañados de García Márquez.
Sin darte cuenta cobrará forma en cada acorde de Sabina, en cada verso de Lorca y aparecerá su rostro sin más en las esculturas de Bernini. Porque a veces se le daba bien ser arte.
Aunque ni ella misma se dará cuenta ni tú sabrás interpretarla.

Las noches son para los amantes, los poetas y los músicos, y la vida a veces se resume en encontrar sin saber cómo ni por qué a alguien que consiga que te conviertas en las tres cosas a la vez.
Pero la noche se tornará día y tú, dormido, en sueños sabrás que estuvo pero despierto sabrás que se habrá ido.
Notarás el tacto de sus dedos en tus costillas, te verás arropado pero con la ventana abierta sin ambiente que airear, te pillará por sorpresa el invierno pero tu canción no tendrá acordes, te descubrirás "el atlas de las nubes" tatuado en el costado izquierdo y no recordarás su leyenda, tus versos más tristes se quedarán solos y el reloj además, seguirá funcionando. No hay nota que haga acabar tu melodía con un acorde perfecto y solo desearás huir a Macondo, donde lo surrealista te transportará a Cien años de Soledad y por desgracia la pluma de Gabriel ya no escribirá más.
Entre el caos avistarás un moño despeinado pero no reconocerás su rostro.
Amigo, tendrás que comerte el mundo tu solo.

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