"La era de los prodigios"

domingo, 30 de agosto de 2015

Pensemos

Me he tomado demasiado en serio lo de desconectar.
Va a ser verdad eso de que mis estaciones son otoño e invierno.


Hace ya unos cuantos meses que no lucho por encontrar ese ansiado rumbo que tantos quebraderos de cabeza me ha dado, no tengo esa absoluta necesidad de encontrar el camino idóneo para recorrerlo cómoda. Siempre he sido miedosa, y lo seguiré siendo porque en verdad creo que el miedo también nos impulsa a hacer muchas cosas, es algo de lo más innato dentro de nosotros; repito: siempre he sido miedosa, pero la ansiedad por ese futuro incierto se ha transformado en calma porque he aprendido que lo que tenga que venir, vendrá y por supuesto que va a implicar esfuerzo y ganas, pero eso es algo que se me ha inyectado en vena gracias al hecho de tener al lado a la superación y el tesón personificados.

También he aprendido a darle la vuelta a los días malos y usarlos para ser más paciente, más fuerte y un poco más adulta, por difícil que parezca. Sé que el sentimiento de echar de menos se agarra a las costillas y se aferra con uñas y dientes al estómago llegando incluso a cortar la respiración alguna que otra noche, pero también sé que sólo se echa de menos así cuando tienes algo importantísimo entre manos, porque no es lo mismo echar de menos que echar de más... solo que es difícil llegar a encontrar la diferencia.

Me traigo las pupilas llenas de estrellas fugaces para que al cerrar los ojos, me encuentre donde me encuentre, me arrope ese inmenso y oscuro manto; estoy dispuesta a compartir este momento con todo Madrid. También me he dado cuenta de que una carcajada a tiempo evita lágrimas a deshora y que al fin y al cabo, las cosquillas no son tan malas si adoras las manos con las que te las hacen.

Me gustaría también decir que se puede ver más con el tacto que con una mirada ciega y que las huellas dactilares tienen mil historias que contar, que los ojos están para aquellos que quieren y saben ver y buscar y que el olfato también tiene memoria, conectada además con el vello de los brazos, ahí la explicación a muchas "pieles de gallina".
Que las noches están hechas para pasarlas acompañado y que muchas veces, somos nosotros mismos los mejores jueces y abogados.

He aprendido por supuesto que los abrazos de "¡cuánto tiempo sin vernos!" saben a gloria y que cada uno y cada cual tiene su propio concepto de "gloria", todos correctos. En la otra cara de la moneda se encuentran los "te echaré de menos", estos últimos son salados y te roban las palabras.

También sé que independientemente de la estación, la luna nos observa y que aquella frase de "El Principito" era totalmente cierta... y es que si quedamos a las 4 empezaré a ser feliz desde las 3.
Y qué gustito da esperar a que lleguen los que verdaderamente importan.
Me he dado cuenta de que el tiempo es relativo y que con media hora se puede construir un mundo y con toda una vida retales de caminos y también que cuando menos te lo esperes encontrarás la paz y el sosiego en una mirada ajena...
Caerse no es más que levantarse y llorar no es más que desahogarse, llamemos a las cosas por su nombre.