"La era de los prodigios"

martes, 23 de septiembre de 2014

Viajar de estación en estación sin trenes



Para salir ileso del otoño no vale ser lento ni querer pasar rápido los días, hace falta buscar un término medio.
Igual que cuando vas a cruzar un río, que no puedes intentarlo por la parte en que el caudal es más ancho y profundo.
Esto es igual, solo que sin botas de agua.

Para salir ileso del otoño hay que aprender a convivir con el buen tiempo que viene y va, con las hojas secas que nos caen encima sin avisar y, por supuesto, hay que aprender a convivir con la lluvia.
A veces con paraguas. A veces sin el.

TJ se adentró en mi otoño casi sin darme cuenta. Cuando menos me lo esperé ya me estaba lloviendo encima.
Salí empapada de aquellos meses, pero ni sus gotas ni su humedad se fueron con la llegada del verano. Me dejó miles de hojas que aparecían al cepillarme el pelo. Y algún que otro arcoiris, que desaparecían tan rápido como las huellas de sus botas en la orilla de nuestro mar, ese que aprendí a navegar pero que en algún momento me debió de ahogar.

Y me debí de ahogar rápido, casi sin darme cuenta, porque al despertarme no reconocía aquel sol ni recordaba la retirada del invierno.
Supongo que pasó por mi lado tan rápido como un Ferrari, dejando una pequeña marca de sus frenos antes de que el semáforo se pusiera en ámbar y el decidiera que irse era mejor que estar.

Ya han pasado algunos años de aquel desembarco, o naufragio y supongo que poco a poco me he ido acostumbrando a la primavera que requiere de nuevos conocimientos y mejores técnicas para sobrevivir... porque en esta época del año el sol ya quema y no quiero quemarme (con nada ni a nadie).
Supongo que fue V. quien quiso enseñarme a oler sus flores e ignoro por completo si acaso esto es un otoño con buen tiempo o una primavera con clima invernal, solo sé que me he paseado y que hace tiempo que no me calo por lo que no tengo miedo de ahogarme ni de enredarme el pelo con sus hojas, aunque a lo mejor si lo hago con sus ojos.
Que ni siquiera sé de qué color son.

Ignoro si V. se irá cuando se mueran las flores e incluso ignoro si sobrevivirá al invierno. Ignoro tantas cosas de V. que ni siquiera se por qué le he adjudicado esa letra.
Tampoco puedo reprocharle nada. Quiero decir, la noche que decidió enseñarme la primavera yo seguía siendo otoño, poco sabíamos el uno del otro.

Ignoro si acaso V. ahora sabe algo más de mi. Ignoro si lo querrá saber.
Solo sé que combinamos muy bien el marrón con el rojo y que aunque a veces llueva, siempre me convence para que siga llevando amapolas y tulipanes como si acaso yo fuera Flora.
O algún tipo de diosa al que él quisiera adorar.

sábado, 6 de septiembre de 2014

Tiempos verbales

Hay días en los que necesitas una razón, un motivo, una excusa o simplemente un golpe de suerte para intentar darle sentido a la trayectoria torcida de nuestras vidas, tan compleja, tan completa y a la vez tan inválida... que necesita de tu paso firme para avanzar y caminar.
Solías pensar que el mar no tiene fin o que los bollos rellenos de crema son el mejor dulce de este mundo... ojalá pudieras probarte... ojalá aún no te hubieras dado la vuelta.
Pero susurraste "Vámonos" y yo me fui, pero detrás de ti aunque no siempre me vieras.
Solías decir que era tu piedra preferida, aquella con la que no te importaba tropezar... que bonito ha sido siempre caer juntos.
Te he dicho de todo con los ojos, mientras con los labios callaba empeñándome noche tras noche en levantarme, porque ahora soy yo la que cae sola y tú el que encontraste un bastón para poder caminar.
Un bastón de ojos bonitos y pelo alisado. O rizado. Nunca tengo el valor de fijarme.
Solía pensar que las peores pesadillas las tuve de pequeña, cuando todo se volvía negro y gritaba llamando a mi madre, para que con sus brazos me acunara hasta conciliar de nuevo el sueño... no fue hasta esa noche en la que ya no estabas, cuando comprendí que las pesadillas también se pueden tener mientras uno está despierto.
Y también los mejores sueños... y que bonito fue soñarte con los ojos abiertos.
Recuerdo cuando con una sonrisa me decías que no podías más, y no sé, a veces después de eso venía un beso... o una noche sin dormir. Lo jodido fue cuando detrás de tu último "no puedo más" apareció el desconsuelo, y de su mano y el miedo.
Supongo que no sólo las casas se quedan vacías cuando los inquilinos se marchan...
Solías sonreírme con las pestañas y besarme con los ojos y qué vértigo cuando lo hacías con los labios...
Siempre he pensado que éramos imperfectos y no sabes lo mucho que me encantaba verte perfecto mientras reías o mientras observabas mi pelo revuelto. Eres como observar una escultura griega.
O eras.
Aún no sé que tiempo verbal ponerte. 
Que bonito fue tenerte dentro.
O que bonito es. Ya te digo que aun no sé.