"La era de los prodigios"

viernes, 17 de mayo de 2013

Inspira


Tan sólo hay que echar la mirada atrás para ver todo lo que fuimos. En muchos casos hemos madurado mucho, otros menos, algunos hemos aprendido de los errores, otros simplemente nos limitamos a saber que están ahí y nos los echamos a la espalda como un lastre moral más.
Yo no sé si he madurado más o menos, no sé si he aprendido de los errores o mi dolor de espalda está causado por ellos, no sé si sigo manteniendo vivos mis sueños y no sé si me he hecho más soñadora en mis ratos libres. No sé si he llegado a comprender el mundo y el por qué de las desgracias de la vida. No sé si soy fuerte o soy débil y no sé si soy capaz de sacar sonrisas a la gente.
En verdad tengo 19 años y no sé mi función en el mundo, no sé nada y empiezo a pensar que a mis pulmones asmáticos el ahogo no les viene nada bien.
Comprendo el mundo, comprendo su evolución y comprendo a las personas, comprendo sus vidas, comprendo sus problemas y mi corazón bohemio se apega muy rápido a ellos, dilatándose cada día más al latir por y para los que me importan.
No sé si mi función es haceros sonreir, calmaros cuando la vida se os vaya de las manos o simplemente ser mera acompañante de reflexiones a las 4 de la madrugada.
No sé si soy de café o de té, o de las dos, no sé si soy de helado de vainilla con cookies o de stracciatella. No sé si soy sugus de fresa o de mora y tampoco sé si mi manía de querer ser libre me traerá buenas o malas consecuencias.
No sé si sirvo para derribar mis muros, para ayudaros a vosotros con los vuestros o para que me ayudéis vosotros a mí. No sé si soy valiente y dejo que los problemas me dominen cuando no encuentro soluciones al alcance de mi mano. No sé si esconderme tras la Partita Nº 2 de Bach me ayuda a reflexionar o simplemente me ayuda a desconectar. No sé si valgo para escribir, para hacer soñar o simplemente para haceros pasar el rato con mi mundo absurdo de desorden ordenado que muchos no entendéis.
No me gusta que me digan que vivo en mi mundo aparte, donde yo creo, fabrico y moldeo mis realidad soñada, esa que nadie más que yo puedo entender, que de qué me sirve si nadie puede llegar a tocar esa neurona que dentro de mi mente lleva días marginada en una esquina.
Sé interpretar miradas e iris cansados, sé cuando esa vela se apaga y ya no va a volver a encenderse porque la lluvia no deja de caer sobre ella, sé cuidar de los míos e intento dar lo mejor de mí. Sé sonreír hasta cuando la última célula de mi cuerpo está cansada de fingir, sé ponerle al mal tiempo buena cara y tengo carácter, mucho, para las injusticias.
También sé ayudar a dar el paso aunque yo no sea capaz de dar el mío, me emociono con la vida e intento disfrutar de ella, aunque muchas veces me empeñe en pensar que no soy más que un puro trámite que ha chocado con otros meros trámites.
Pero he llegado a la conclusión, una princesa me ayudó a llegar a ella, de que en la vida lo único que hay que conseguir es ser feliz y hacer feliz a los demás, cueste lo que cueste. Que no podemos dejar que los problemas nos dominen, que tenemos que aprender a minimizarlos, sin dejarlos de lado, sabiendo que están ahí, pero sólo afrontarlos cuando de verdad estemos preparados porque de otra forma nos quitarán lo único que tenemos, y es precisamente la vida. Que yo sigo sin saber para qué estoy aquí, si, pero al menos, ya que no sé mi función en el mundo que se piense en mí como alguien que es feliz aun cuando no siempre se puede.

No hay comentarios:

Publicar un comentario