"La era de los prodigios"

sábado, 6 de julio de 2013

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Su piel pálida era acariciada por el sol, sus hombros se teñían de rojo. Sus lunares se iluminaban con cada rayo. La arena enterraba a sus pies a cada paso para después ser liberados por el agua salada del mar. Su pelo mojado recorría gracioso su espalda, las gotas delineaban su columna vertebral, el viento le rizaba las ideas. El bikini se ceñía a su piel y las gafas de sol escondían sus ojos brillantes. Tal vez ese brillo fueran lágrimas. Tal vez no lo fueran.
La playa está desierta, el amanecer es frío y ella observa la inmensidad del mar. Se pierde en sus olas y no quiere encontrarse.
Olas bailan al son de sus latidos y en la orilla estallan, justo donde ella se convierte en espuma y se convierte en barro al juntarse con la arena.
Su reloj de arena decidió pararse y establecer un standby donde solo se oiga al viento, donde sus pecas se asomen al balcón de su nariz, donde la piel muerta deje paso un nuevo reflejo.
Sus manos se lavan en la marea y las algas se enredan entre sus dedos, atrapándola, no permitiendo su marcha, aferrándola al agua salada, prohibiendo su escapada a lo dulce.
Las gaviotas anidaban en los nidos de su corazón. Las conchas se clavaban en las plantas de sus pies. Si se acercaba una caracola al oído escuchaba el eco de su risa cansada. Si sumergía la cabeza, el silencio de su mente le provocaba tsunamis.
No había sombrilla para la luz de su luna ni tampoco había tumbonas para sus siestas nocturnas.
No había barcas, solo podía avanzar a nado. No había aletas, ni bombonas de oxígeno, solo patadas contra la solidez del agua.
La inmensidad del silencio le aullaba en el oído y no sabía si era agua estancada en su tímpano o el viento susurrándole las nanas de la cebolla que la invitaban a "derramarse hilo a hilo".
Y ella se derramaba, se convertía en agua y se adentraba en el mar. Y se convertía en arena, en barro, en espuma, después en agua, luego en ola, en alga, en suelo de océano, en concha, en caracola silenciosa.

La observo a lo lejos y con mi cámara me regalo unas instantáneas de su aura frágil.

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