"La era de los prodigios"

martes, 7 de enero de 2014

Querido diablo

Necesitó 7 mañanas, 7 tardes y 6 noches para aprender a respirar junto al 2014.
Percibía un aire denso y olía a pintura color verde pistacho, a rosquillas de su abuela y su sombra en el viento, ya había peinado varias veces su coleta al despertar.
Pero ella ya no quería más fantasmas, por eso aprovechaba para soplarlos junto al humo de los cigarros en el balcón a las 8.36 de la mañana.
El lienzo seguía en blanco, pero en su mente ya tenía listo el boceto, tan sólo le faltaban ganas
y un par de tragos al vodka que había sobrado el 1 de enero.
Hacía tiempo que no era capaz de volar, pero ya sentía como le habían vuelto a crecer alas.
"solo necesitas despegar..."
Pero el vacío seguía persiguiéndola en sueños y las aceras se convertían en precipicios, los abrazos en caídas libres y la mano que meses atrás la invitaba a coger el pincel, ahora sólo le indicaba el camino del infierno.
Lugar al que no descartaba ir puesto que últimamente por la capital hacía demasiado frío y ella ya había dejado varias bocas entreabiertas con demasiados pecados que contar.
Sábanas revueltas
Pies fríos
Camisetas anchas para dormir (ajenas) 

"Y qué más da, si yo ya llevo mucho tiempo conversando con los cubatas de ese bar. Lo único distinto es que ya he aprendido a navegar en los hielos"

Se había cortado el pelo y sus facciones estaban más marcadas. También sus ojeras y ese lunar de la mejilla. Pero también, en las últimas noches, se marcaba su sonrisa y sus dientes se asomaban entre sus labios e iluminaban un ápice de la habitación; sin lámparas.
Ella era más de luz de Luna, por eso de la palidez y su manía por recorrer cráteres y conquistar planetas en las miradas de los demás.
Era capaz de encontrar estrellas allá donde los demás sólo ven puntos lejanos. Siempre llegaba tarde a los sitios, y ni el café era capaz de esperarla humeante, cuando llegaba ya estaba frío, y a diferencia de muchos, a ella le daba igual. 
"Si sus ojos no fueron capaces de despertarme, ¿quién se iba a creer que lo haría un café? Frío, caliente, templado.. ¿qué más da? Si le voy a seguir echando dos de azúcar. O tres si me despierto alegre"
Por cosas así se ganaba el apodo de "desastre" por parte de su madre y de "diferente" por parte de los demás.
Pero ella sufría igual, lloraba igual, reía, bebía, bailaba y hacía el amor exactamente igual que los demás, incluso las noches en las que, borracha de nostalgia, no se atrevía a pronunciar esa palabra.
Era su fragilidad lo que chocaba, el cristal de su mirada y la calidez de sus abrazos lo que quizás, no pegaban con este mundo.
Pero ¿quién pega? Si ninguno somos grises y esta ciudad lo es cada vez más.

Había empezado el año con los labios rojos para dejar huella, la mirada perfilada, la sonrisa honesta, el alma fría y el pie derecho subido a un tacón de 12 centímetros, y desde ahí arriba quién iba a arañarle la tercera costilla de su costazo izquierdo ni la primera del derecho. Quién iba a recorrerse el camino de sus venas y aprenderse el mapa de su columna vertebral.
Que su boceto llevaba acabado tiempo porque le sobraban las ganas, se las había tatuado junto a las lecciones, los precipicios tenían suelo medio metro más abajo, las caídas libres tenían paracaídas y las visitas al infierno sólo serían para gritarle al mismísimo diablo: "Al diablo contigo"
Bueno y también para calentarse las manos
No se había dado cuenta, pero hacía tiempo que ya estaba volando.

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