"La era de los prodigios"

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Supongo que esto es como todo, que yo soy terraza y tú eres las vistas.

Estaba segura de que si pestañeaba lento aún podía sentir el aleteo de su respiración correteando alrededor suya, creando una espiral de pulmones vacíos por haber expulsado todo el oxígeno en carcajadas.
Madrid colgando de su brazo era comparable a respirar su aliento mientras dormía, la Gran Vía se volvía diminuta cuando, con un Frapuccino *de chocolate blanco* en la mano, paseaban bajo sus azoteas, que observaban curiosas su forma de sonreír.
Creo que nunca en la vida una risa sonó igual. Sincera. Delicada. E-n-a-m-o-r-a-d-a.
Hasta el mendigo de la puerta de los cines de Callao quiso hacerse con ella
"Ese sonido tiene que valer millones, ¿no ves que a la gente ya no le gusta reir?" 
Verles juntos era como observar un cuadro pintado con la mayor de las paciencias, no faltaba detalle, creí incluso escuchar su propia banda sonora cuando sus cadencias pasaron por mi lado. Y me pareció distinguir algo así como una mezcla entre Amelie y Forrest Gump (tal vez incluso Titanic); y en ese mismo instante comprendí por qué.
Ella era diferente, su mirada lo decía. Quería conocer, cuidar, besar y señalar con un rotulador rojo todos esos detalles que la vida abandona a su suerte. Era independiente pero hallaba su hogar en los brazos de él, siempre abiertos para cobijarla cuando tuviera frío o cuando quisiera compartir un pedazo de pizza de jamón y queso. 
Él era deportista. Al igual que Forrest, también corría, pero por la curva de su sonrisa. A diario. Y le ofrecía a su sonrisa de Amelie una caja de bombones cada día, porque quería hacer su vida un poco más dulce (por eso de por si acaso él se levantaba agrio alguna mañana). "Nunca sabes cuál te va a tocar", pero ni él ni ella tenían miedo del azar, porque ambos sabían que la suerte estaba en ese instante sentada a su lado en el sofá, compartiendo palomitas y manta. 
Nunca un casino conocería una jugada tan perfecta. 
No hay iceberg, la orquesta sigue tocando. En esta película James Cameron permite que Jack no pase frío.

"No sé si te quiero, pero sé que tu sonrisa me sirve para responder a casi cualquier pregunta. No creo que nadie lo entienda, porque cuando hablo de tí digo más cosas callándome. Seguro que no entienden lo horrible que es que también llenes mi nada. Y sé que tengo que dejarme llevar, porque no creo que el amor sea un camino, sino un paisaje, y que quererte son las vistas"

Y con Goodbye my lover de James Blunt sonando en mis cascos, arranco esta hoja de mi bloc de notas y hago un barco de papel con ella. Lo dejo a la deriva, esperando que no se encuentre con ningún iceberg que entorpezca su camino. 
Si el destino quiere, no irá más lejos de este bus e irá a parar a las manos de esa pareja de la cuarta fila de asientos a la derecha, ella junto a la ventana, riendo mientras le mira; él observando su reflejo fácil de encontrar en el iris brillante de su sonrisa de Amelie

El amor, observado de lejos, es hasta bonito. 


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