"La era de los prodigios"

sábado, 12 de enero de 2013

No hizo falta que hicieras nada más.

"Llegaste, te miré y, antes de acabar el día, ya me había decidido.
No había sido una decisión fácil, ni difícil siquiera, más bien era necesaria y, como todo lo imprescindible, no la puse en duda ni en tela de juicio.

Llegaste, te miré y, antes de que dijeras nada, para mí ya estaba todo dicho.
No con palabras ni frases complicadas y largas como las de esos libros de autores ilustres, enrevesados y elitistas. Pero eran confesiones sinceras, honestas y envidiables a los ojos de aquellos individuos incapaces de mostrar al mundo sus deseos y sueños más profundos y oscuros.

Llegaste, te miré y, antes de que las dudas te asaltaran yo ya me había convencido.
Quizás no con el convencimiento de un niño en la noche de Reyes, o con el de una madre respecto al amor hacia su hijo, pero era lo máximo a lo que podía aspirar una mujer como yo, con mi estilo y mi forma, mis maneras, mis vicios y distracciones habituales.

Llegaste, te miré y, antes de que te dieses cuenta, yo ya me había convencido, me había dicho y decidido a no olvidarte nunca."

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