"La era de los prodigios"

miércoles, 11 de mayo de 2011

Metrodemadrid.

10.30 de la mañana. Estación Joaquín Vilumbrales, metro de Madrid. El tren llega con su estrepitoso sonido de raíles, se abren las puertas y una anciana me sonríe al salir, es guapa… en su juventud debió de ser una belleza, ojala yo sea así a su edad.
Me siento al lado de un chico joven, calculo tendrá unos 25 años. Escucha música y de los cascos salen acordes de guitarras con un ritmo continuado de batería, sonrío, conozco esa canción. Lee el periódico mientras despreocupado, tararea la canción que yo en mi mente, hace tiempo que canto a gritos. El señor que esta sentado enfrente suya le mira con mala cara, odio que la gente no comprenda lo que es que te de igual lo que piensen los demás, seguro que el jamás ha gritado en medio de la calle porque si, ni tampoco se ha tirado por una colina creyéndose croqueta… El se lo pierde, son experiencias únicas.
Cuatro vientos. Ya falta menos, pienso mientras suspiro profundamente… Suspiros… aire que te sobra cuando te falta alguien. Y ahora mismo me faltas tú.
Observo a los pasajeros de mi alrededor. Hay un bebe y sus papas que le miran con un amor que no les cabe en el cuerpo, es tan pequeño… también hay una mujer leyendo un libro, el juego del ángel… siempre me encanto ese libro… hay adolescentes, adultos, ancianos… pero seguro que a ninguno de ellos les late el corazón a mil por hora. Se me va a salir del pecho, esta llegando a un ritmo frenético, por dios Irene, relájate, pienso mientras me aliso la faldita con flores que me puse para la ocasión. Y no puedo evitar pensar en que me he arreglado demasiado… ¿y si no le gusta? Alomejor no me sienta del todo bien. ¿Y si es demasiado corta? Giro la cabeza y me miro en el reflejo del cristal. Vale, maquillaje en orden, pelo en orden. Me levanto y miro insegura mi reflejo. Aliso por segunda vez la falda. “Definitivamente, eres una paranoica. Estas guapa.” Pienso mientras me siento con una sonrisa.
Aviación española. Entra en el vagón un grupo de jóvenes, son de mi edad. Van escuchando Pereza. Y encima Pereza. No puedo evitar acordarme de ti cuando escucho Pereza. Intento saber por donde va la canción, pero se alejan de mi vagón y van al final del tren. Asique decido ponerme mis cascos y hundirme en la voz de Leiba. Comienzan los acordes y rápidamente se de que canción se trata: “Si quieres bailamos”. No puedo evitar sonreír, me recuerda tantísimo a ti.
Van pasando las estaciones y me voy poniendo más y más nerviosa. Tengo tantas ganas de verte, de saber como estas, de ver si has cambiado, de saber si sigues igual de guapo, de loco… Miro el reloj. Vaya, llego pronto. Tenia tantas ganas de salir de casa que no me di cuenta de que era pronto. Aunque prefiero esperar, ya que dicen que las cosas importantes se hacen esperar.
Príncipe Pío. Ya he llegado. Salgo del andén y voy a las escaleras mecánicas. No puede ser, no no, ¡ahora no!. Una brisa procedente de quien sabe donde me ha levantado la falda. Bravo. Memorable Irene, memorable. Oigo las risas ahogadas de un grupo de chicos que me saludan y me levantan el pulgar. Les respondo con un suave corte de mangas. Tan arreglada y haciendo estos gestos… soy de lo que no hay.
Llego al Ramal de Opera y me siento en uno de los bancos. Miro de nuevo el reloj, aun quedan 10 minutos, y estoy segura de que serán los mas largos de mi vida, asique me dedico a hacer lo que hago siempre que espero, observar. La de cosas que percibes si sabes mirar, como por ejemplo, que el bajo derecho del pantalón del vigilante es mas corto que el izquierdo, o que esa señora tan simpática esta intentando meter los 5 € en la ranura de la tarjeta de crédito. Sonrío y de nuevo, me aliso la falda, creo que mas por nerviosismo que por otra cosa. Cojo el móvil y enredo un rato con el. Me miro las uñas. Me toco el pelo. Joder me aburro, podrías llegar un poco antes. Me levanto y ando un poco, voy a la maquina para sacar los billetes y vuelvo, voy y vengo, voy y vengo, voy y… y no veo. De repente no veo. Alguien me ha tapado los ojos, y mi corazón y mi mente ya saben quien es. Le toco las manos, las recorro con mis dedos. Intento girarme, pero no me deja, ahora estoy perdida no se que pretende. Respiro su colonia, ¡Bien! No la ha cambiado, sigue oliendo igual de bien a como le recuerdo. Se ríe, con esa risa suya tan… tan adorable. Y entonces quita las manos de mis ojos, y vuelvo a ver la estación, y el anden, y al vigilante… me giro deprisa para ver lo que llevo queriendo ver durante meses, su cara. Y le veo tan guapo, tan alto, tan moreno, tan achuchable como siempre. Y me sonríe, y lo hace de verdad. Y entonces me abraza. Me abraza fuerte, muy fuerte. Parece que tenga miedo de que me vaya, “tranquilo, no me voy a ir”, pienso. Y le abrazo, y le apreto contra mi para comprobar que no es un sueño, que el esta ahí, que es verdad. Y entonces me doy cuenta de que es aquel que una vez me dijo que la distancia no hace el olvido, que el es lo que siempre he buscado, FELICIDAD.
Y entonces me suelta, me mira y me dice: “¿Donde quieres ir señorita?”
Y yo como una tonta sin respuesta le digo “A donde sea contigo”
Entonces el sonríe, y se dirige hacia el metro.
“¿Dónde vamos?” le pregunto.
“Es una sorpresa, se que te encantan.”
A punto estoy de perder el tren porque  me he quedado observando como andaba, no me acordaba ya de su peculiar forma de caminar.
El con gestos me indica que haga el favor de correr. Y voy hacia el.
Y entonces se cierran las puertas y me dice al oído “Por cierto, estas muy guapa.” Y rápidamente se sienta en el único sitio libre que queda.
Me sonríe y riéndose me dice “Anda, siéntate aquí” y se señala las rodillas. Le observo, joder que guapo esta, y me siento encima de sus rodillas.
“Es por no perder la tradición” dice riéndose.
Y el metro arranca, y nos dirigimos a quien sabe donde, aunque en este momento lo único que me importa es su compañía.

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